Salvador Allende, expresidente de Chile.
29 mar. 2018 10:30H
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La profesión de médico ha sido ocupada por ilustres personajes históricos que terminaron eligiendo otros derroteros. Alguno de ellos alcanzó gran éxito en su nuevo ámbito de trabajo, hasta tal punto que sus 'pinitos' con la Medicina quedaron sepultados en el olvido pero se mantienen vívidos en la Historia. Estos cinco personajes históricos no llegaron a destacar por su condición de médicos, pero sí dejaron una impronta única en la literatura, la ciencia y la política.
Anton Chéjov (1860-1904)
El dramaturgo y escritor ruso nacido en Taganrog alcanzaría la fama mundial gracias a su estilo realista y habilidad para el relato corto. Obras como La gaviota o Las tres hermanas son aclamadas a día de hoy como obras maestras de la literatura. Sin embargo, pocos saben que este hábil escritor ingresó en 1879 en la Universidad de Moscú para estudiar Medicina, de la cual se graduó en 1884. Ejerció la profesión en pueblos como Voskresensk, Zvenigorod y Bakino, pero el mundo de las letras le atrajo de tal manera que terminó abandonándola.
Nostradamus (1503-1566)
Sus profecías siguen siendo comentadas en la actualidad y en su momento tuvieron tal reconocimiento público que llegó a ser reclamado en la corte del Rey Enrique II, que lo colmó de regalos. Pero además, Nostradamus fue un destacado médico, o al menos tal y como se concebía a un médico en el siglo XVI. Tenía tan solo 22 años cuando inventó, con gran éxito, unos polvos preventivos contra la peste durante la epidemia que asoló Montpellier. Dedicó gran parte de su vida a estudiar cómo atacar la raíz de esta enfermedad, que asolaba los territorios por donde pasaba. Según se cuenta, Nostradamus inventó un mejunje compuesto de resina de ciprés, ámbar gris y zumo de pétalos de rosa que funcionó en gran medida. Su fármaco consiguió detener el contagio y la propagación de la enfermedad en la zona de Aix-en-Provence y fue requerida su presencia en Lyon cuando allí se declaró un nuevo brote de peste.
Arthur Conan Doyle (1859-1930)
El ‘padre’ de Sherlock Holmes también fue médico. Antes de dar forma a las cientos de aventuras de Holmes y su inseparable compañero, el doctor Watson, este sir británico estudió Medicina en la Universidad de Edimburgo. De hecho, es en la carrera donde conocería al médico forense Joseph Bell, que serviría de inspiración para su archiconocido personaje. A los 22 años se graduó como médico y presentó su doctorado sobre el tabes dorsal. Tras su graduación fue médico del buque SS Mayumba y abrió su propia consulta en Portsmouth.
Salvador Allende (1908-1973)
Participó en la Revolución Cubana, fue funcionario del régimen de Fidel Castro y uno de los íconos guerrilleros del siglo XX. Entre 1970 y 1973 ejerció la presidencia de Chile. Las causas de su muerte siguen siendo discutidas a día de hoy y hay división de opiniones entre los que consideran que fue un asesinato y un suicidio. Allende estudió Medicina en la Universidad de Chile, donde ingresó en 1926. Su tesis para optar al título de médico de 1933 fue Higiene mental y delincuencia. Llegó a ser ayudante de anatomía patológica en el Hospital Carlos van Buren y poco después se dedicó a la vida política.
Pío Baroja (1872-1956)
Genio de la Generación del 98. El mismísimo Ernest Hemingway dijo que se merecía más el Nobel que él. El autor de obras como El árbol de la ciencia o La lucha por la vida estudió Medicina e hizo prácticas en el Hospital San Juan de Dios, el de San Carlos y en el General. En la carrera tuvo varios encontronazos con los profesores y terminó sus estudios en Valencia. Presentó en 1896 su tesis con el título El dolor, estudio de psicofísica y obtuvo una plaza de médico rural en Cestona, Guipúzcoa. Baroja tuvo muchas disputas con los pacientes y terminó por regresar a Madrid, donde comenzaría a forjarse su futuro de novelista.
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