Luis Fernando Agüera, Verónica Olmo y Vicente Gasull.
El auge de la depresión entre los motivos de consulta en Atención Primaria es una realidad a la que los profesionales deben hacer frente tras el boom vivido a raíz de la pandemia del covid y la posterior crisis económica. Sin embargo, según alertan los facultativos de Familia más concienciados con la salud mental, entre la
mayoría de médicos de Atención Primaria hay un “déficit de formación” que se traduce en
inercias terapéuticas que afectan al infradiagnóstico, el éxito del tratamiento y las recaídas posteriores
en episodios de depresión.
“Actualmente, hay déficit de formación, todos
nos pensamos que lo hacemos muy bien, pero la realidad es que no es así. Esto sucede por varios motivos
: falta de conocimiento de la enfermedad y de los tratamientos; no seguir las guías de las sociedades científicas; y el uso limitado de escalas psicométricas”, detalla Vicente Gasull, coordinador del Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) durante el
44º Congreso Nacional de la organización médica.
En ese sentido, el especialista identifica
tres “barreras” ´de Primaria que actualmente impiden la recuperación completa en pacientes con depresión: “En su mayoría se da por un diagnóstico tardío; un inicio del tratamiento demasiado lento o una respuesta parcial al tratamiento antidepresivo debido a dosis bajas de antidepresivos”.
Inercia terapéutica en depresión
Para Gasull en Primaria se está produciendo una clara inercia en el tratamiento de la depresión. “La inercia es cuando el profesional no inicia, modifica o intensifica el tratamiento a pesar de no haber logrado los objetivos terapéuticos individualizados para el paciente”, detalla. Hay tres tipos de inercia:
clínica, diagnóstica y terapéutica justificada. La primera de ellas puede aparecer en cualquiera etapa del proceso asistencial: seguimiento, tratamiento, evaluación diagnóstica, cribado. La segunda tiene que ver con la ausencia del tratamiento y la tercera son las decisiones erróneas argumentadas en base a criterios fallidos.
Vicente Gasull, coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de Semergen.
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Entre los profesionales sanitarios, las que más suceden son las inercias terapéuticas y
se producen por una falta de conocimientos y habilidades que se solventan con formación. “La justificación que solemos dar son las características del paciente: que tiene una elevada edad, está polimedicado, es pluripatológico, frecuenta mucho las consultas o nos habla con buena educación y nos creemos su falso mensaje de que está bien”, detalla Gasull. Otro de los errores frecuentes es la consideración de que el tiempo desde el inicio del tratamiento es demasiado corto para apreciar el efecto del fármaco junto con el mensaje del paciente de que se encuentra “mejor”.
El facultativo también ha aclarado que la
gravedad de la depresión y el tratamiento menos intenso son predictores significativos del ajuste apropiado del tratamiento. Además, este ajuste apropiado del tratamiento (injerencia terapéutica) es menos común en el manejo con
depresión menos severa que no mejoran después de comenzar el tratamiento, particularmente si su atención ya cumple con las pautas mínimas de intensidad del tratamiento.
Consecuencias de la inercia en la depresión
Estas inercias repercuten directamente en el abordaje de la depresión. “La consecuencia más importante es que si no conseguimos el objetivo
convertimos el episodio depresivo en crónico. Esto afecta la calidad de vida de sus pacientes y de sus familias”, reivindica Gasull.
Además, al no lograr los resultados de salud esperados en términos de reducción de morbi-mortalidad se abre la posibilidad de una
persistencia de síntomas residuales con mayor riesgo que se produzcan
“recaídas y recurrencias”. Las inercias también suponen un desperdicio de recursos asistenciales, un incremento de los costes de la enfermedad y una reducción de la relación coste-beneficio de las intervenciones terapéuticas.
Verónica Olmo, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de Semergen.
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Atención de los adultos y los ancianos ante la depresión
Por su parte, Verónica Olmo Dorado, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de Semergen ha detallado
cómo debe abordar el médico la atención de la
depresión en los pacientes adultos. “Ante una ausencia de respuesta al tratamiento, el médico de Familia debe revisar el diagnóstico, valorar la presencia de comorbilidades, investigar la adherencia al tratamiento, valorar el uso de otros medicamentos o sustancias, consultar los hábitos de sueño y abordar los problemas psicosociales”, explica Olmo Dorado.
En ese sentido, la especialista detalla que en el
25 por ciento de los casos se produce una ausencia total de respuesta que se puede solucionar con un cambio de fármaco antidepresivo con un perfil de acción distinto. Mientras que la
respuesta parcial se da en el 25-50 por ciento de los casos. “No es necesario esperar 6-8 semanas para ver si funciona el tratamiento. Debemos optimizar o aumentar las dosis o podemos cambiar a uno de acción oral. También podemos asociar otro antidepresivo con un perfil de acción sinérgico”, explica Olmo Dorado
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Por último, el jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre, Luis Fernando Agüera Ortiz, ha querido recomendar a los médicos de Familia que
los ancianos “no tienen tiempo que perder” y se deben tomar acciones contundentes. “Inicialmente, hay que dar la mitad de la dosis del adulto para los ancianos y hay que seguir aumentando lentamente si es necesario, pero con el objetivo de llegar a la dosis que resuelve el problema. Muchos ancianos toleran la misma dosis que los adultos. Además, si a las dos tres semanas hay cero resultados hay que cambiar porque no tienen margen de tiempo”, detalla Ortiz.
Luis Fernando Agüera, jefe de Sección del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid.
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