Lamentan que las coberturas vacunales en este grupo son más bajas de lo deseable



8 oct. 2013 16:51H
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Redacción. Madrid
La enfermedad neumocócica invasiva (ENI) supone un grave problema de salud para los adultos con determinadas condiciones y patologías de base, entre los que destacan los pacientes inmunodeprimidos y algunos pacientes inmunocompetentes con patologías crónicas que les hacen más susceptibles a la infección y favorecen cuadros de mayor gravedad y peor evolución. Entre las estrategias para prevenir la ENI se encuentra la vacunación antineumocócica, aunque las coberturas vacunales en este grupo son más bajas de lo deseable.

Conscientes de esta realidad, la Sociedad Española de Quimioterapia, Infección y Vacunas (SEQ), junto con las 15 sociedades científicas más directamente relacionadas con los grupos de riesgo de padecer ENI, ha elaborado el “Documento de consenso sobre la vacunación anti-neumocócica en el adulto con patología de base”. Según ha destacado Juan Jose Picazo de la Garza, presidente de la Sociedad Española de Quimioterapia y coordinador de este documento de consenso, “el neumococo es un microorganismo que ha causado, y sigue causando, gravísimos problemas, provocando todo tipo de patologías. Además, es una bacteria frecuente que aparece tanto en niños pequeños como en adultos y que, en el caso de España, se muestra muy resistente a los antibióticos”.

Ante esta situación, la llegada de la primera vacuna conjugada autorizada para adultos, la vacuna antineumocócica conjugada trecevalente, supone una estrategia preventiva diferente frente a la infección por neumococo, tanto en niños como en adultos. Según ha explicado Picazo, “las sociedades firmantes consideramos que los adultos con patologías de base deben vacunarse frente al neumococo y recibir, preferentemente, al menos una dosis de la vacuna antineumocócica conjugada trecevalente, que se administrará siempre antes que la polisacárida en aquellos casos en los que la revacunación con ésta esté indicada”.

Para Picazo, el hecho de que 16 Sociedades Científicas se pongan de acuerdo y reúnan sus recomendaciones en un documento de este tipo es importantísimo porque, a partir de ahora, los médicos que forman parte de ellas sabrán lo que sus respectivas sociedades les recomiendan en estos casos. Por ello, este especialista confía “en que este documento sirva de motivación y conocimiento científico para que los médicos puedan recomendar la inmunización con la vacuna anti-neumocócica conjugada trecevalente a sus pacientes con enfermedades de base”.

A pesar de las medidas terapéuticas y preventivas actuales, la incidencia y la mortalidad de la enfermedad neumocócica en adultos con comorbilidades se mantienen elevadas. De hecho, “se calcula que en los adultos la mortalidad por enfermedad neumocócica es 7 veces superior a la de los niños, aunque la incidencia sea superior en los menores”, ha señalado Picazo. En los adultos, la elevada  mortalidad está  relacionada con la mayor presencia de patologías previas que hacen que en ellos el riesgo de infección por neumococo sea mayor y la evolución de la enfermedad, peor.

Importancia de una correcta protección frente al neumococo

Para los especialistas, la correcta inmunización de estos pacientes es fundamental. “Desde hace tiempo contamos con una vacuna polisacárida, pero esta no genera memoria inmunitaria, los niveles de anticuerpos disminuyen con el tiempo, provoca un fenómeno de tolerancia inmunitaria, no actúa sobre la colonización nasofaríngea y, además, no ha mostrado efectividad vacunal en estos grupos de riesgo en Reino Unido a pesar de alcanzar coberturas vacunales del 75 por ciento”. Sin embargo, “la vacuna antineumocócica conjugada trecevalente puede emplearse a cualquier edad a partir de las 6 semanas de vida, genera memoria inmunitaria y una respuesta inmunitaria más potente que la vacuna polisacárida. Además, actúa sobre la colonización nasofaríngea, lo que reduce el riesgo de infección y puede contribuir positivamente en la disminución de las resistencias de ‘S. pneumoniae’ a los antibióticos que veníamos constatando antes de la introducción de la vacunación conjugada infantil”.

La aprobación de la indicación de la vacuna antineumocócica conjugada trecevalente en adultos es relativamente reciente (su uso en mayores de 50 años ya está aprobado y en julio de 2013 la Agencia Europea del Medicamento aprobó la indicación de la vacuna en adultos de 18 a 49 años). Por ello, “la cobertura vacunal no es la deseable. Aunque esperamos que con documentos como este, se consiga una amplia cobertura de la vacuna conjugada trecevalente”. Así, “a la vista de la evidencia disponible”, los especialistas esperan que se vaya ampliando la financiación de la vacunación antineumocócica a todos los grupos de pacientes en riesgo por sus patologías de base, “aunque sabemos que esto supone un esfuerzo económico”, ha confiado Picazo.

Uno de los primeros pasos en este sentido ha sido el dado por la Comunidad de Madrid que, recientemente, ha publicado un documento en el que señala que la Dirección General de Atención Primaria considera importante la prevención de la enfermedad neumocócica en la edad adulta y ha decidido suministrar a partir del 1 de octubre la vacuna conjugada trecevalente para su administración en todos los adultos de 50 años de edad o mayores con una serie de patologías entre las que se incluyen entre otras, la inmunosupresión, insuficiencia renal grave, asplenia, implantes cocleares, fístulas de líquido cefalorraquídeo y hepatopatías crónicas, incluida la cirrosis hepática.

Patologías de base con mayor riesgo de infección por neumococo

Además de la edad, se ha descrito que determinadas condiciones y enfermedades concomitantes subyacentes aumentan el riesgo de enfermedad neumocócica invasiva y su evolución. Entre ellas destacan aquellas condiciones médicas que conllevan un estado de déficit inmunitario, o alteración de las defensas locales del órgano, tales como la enfermedad renal, hepática, respiratoria y cardiovascular crónica; los pacientes infectados por el VIH; pacientes en espera de trasplante y trasplantados de órgano sólido y/o progenitores hematopoyéticos; pacientes bajo quimioterapia por tumores sólidos o hematopatía maligna; pacientes con enfermedad autoinmune y tratados con corticoides, inmunosupresores o productos biológicos; pacientes diabéticos; con fístulas de líquido cefalorraquídeo, implantes cocleares así como pacientes con asplenia anatómica o funcional.

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