Nuria Fernández Gámez. Madrid
Según un estudio publicado en la revista científica
'American Journal of Preventive Medicine', existe una mayor mortalidad asociada al trabajo en turno de noche. Se ha revelado que las mujeres enfermeras que han trabajado bajo este régimen laboral durante al menos cinco años presentan un riesgo de muerte un 11 por ciento mayor en comparación con otros trabajadores exentos de la nocturnidad. Una noticia que no sorprende al Sindicato de Enfermería (Satse) y que sirve de empujón para recordar que se cumpla lo pactado en 2013 con el Ministerio de Sanidad: la implantación de un itinerario laboral, es decir, la modificación de las condiciones de trabajo de forma personalizada.
María José García, secretaria general técnica de Satse.
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“Es imposible que un enfermero o enfermera empiece a trabajar con 21 años, vaya a tener una vida laboral de 40 y no se establezca ningún sistema que, a lo largo de su vida, vaya modificando sus condiciones de trabajo”, ha reclamado la secretaria general de Satse, María José García. Concretamente, el proyecto de modificar las condiciones se plasmó en el Acuerdo para la Sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud (SNS), firmado por el Ministerio de Sanidad y ratificado por el presidente de Gobierno con el colectivo de Enfermería.
García ha puntualizado que quitar el turno de noche es imposible porque la atención de estos profesionales está las 24 horas del día con el paciente, y que aunque se hayan desarrollado los ‘turnos anti-estrés’, que se basan en combinar los días de libranza en función de los días trabajados, sigue existiendo una necesidad de modificar las condiciones de trabajo a lo largo de su vida laboral.
Finalmente, esta experta ha recordado que estos turnos nocturos y rotatorios no solo aumentan la mortalidad o el riesgo cardiovascular sino que, como ya comprobaron hace unos años en una encuesta que llevaron a cabo desde este sindicato a más de 4.000 profesionales de Enfermería, sube el riesgo de úlceras, de trastornos de la alimentación, del sueño, aumenta la ansiedad y la depresión, además de incrementarse el número de divorcios y la negativa a una conciliación con la vida personal.
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