La
queratosis pilaris es una
afección cutánea benigna en la cual una proteína de la piel, llamada
queratina, forma tapones duros dentro de los folículos pilosos. A pesar de ser frecuente,
se desconoce cuál es la causa principal que la produce, aunque se trata de un trastorno con herencia autosómica dominante. La queratosis pilar se asocia con
dermatitis atópica,
rinitis alérgica estacional, ictiosis vulgar,
obesidad y
diabetes mellitus.
Esta enfermedad es visible cuando múltiples pápulas foliculares pequeñas, puntiagudas y queratósicas
aparecen principalmente en las caras laterales de los antebrazos, los muslos y los glúteos. También se pueden producir
lesiones en la cara, sobre todo en los niños. Además, es habitual que se dé una
mayor presencia de queratosis pilaris en climas fríos, con mejoría durante el verano. A pesar de ser un problema mayormente estético, puede causar prurito o, en ocasiones, pústulas foliculares.
La queratosis pilaris
es más frecuente en adolescentes y adultos jóvenes, aunque en niños suele afectar a la zona de mejillas. Por otro lado, no suele afectar a personas mayores de 30 años.
Síntomas de la queratosis pilaris
El principal problema es la
aparición de pequeños granos que suelen ser de color rosa o rojos en pieles claras, y marrones en pieles oscuras. Pueden darse
tanto en los brazos como en los muslos, glúteos o en el rostro, y, normalmente, se los compara a la
"piel de gallina". Si estos síntomas, se hacen visibles en otras partes del cuerpo, es recomendable consultar con un médico o dermatólogo.
Los bultos pequeños, en general, no causan dolor. Sin embargo, si estos síntomas aparecen en partes del cuerpo muy visibles, la puede generar problemas de autoestima y
derivar en un trastorno psicológico. Los
También puede provocar una
cierta aspereza cutánea, acompañada de sequedad. En raras ocasiones también puede ocasionar leve picor o prurito. Hay situaciones en las que
pueden dejar cicatriz residual, sobre todo las que se dan en la región facial.
¿Cómo tratar la queratosis pilaris?
El
diagnóstico se realiza generalmente mediante una historia clínica, con anamnesis y exploración física, sin necesidad de pruebas complementarias. A pesar de que en la mayoría de los ocasiones
no es necesario tratar esta enfermedad para su remisión, se puede incluir:
-
Lociones emolientes.
-
Exfoliantes tópicos ( que contengan ácido láctico, ácido salicílico o urea).
-
Corticoides tópicos (de baja-media potencia).
-
Retinoides tópicos, como el tazaroteno, puede ser útil en algunos casos.
Por tanto, el tratamiento es tópico, utilizando cremas hidratantes en casos leves y en casos más graves con cremas que contengan
urea, ácido glicólico, ácido láctico, ácido salicílico, vitamina D o tretinoína. Es importante reseñar que este tratamiento no es curativo, sino que mejora los síntomas mientras se utilizan. En el caso de su prevención, los dermatólogos recomiendan hidratar diariamente la piel y evitar los tratamientos abrasivos.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.