La
leucemia mieloide crónica pertenece al grupo de los
síndromes mieloproliferativos. Se trata de un cáncer de la sangre (leucemia) de lenta evolución, que se caracteriza por una proliferación exagerada y anormal de un tipo de glóbulo blanco denominado mielocito en el interior de la médula ósea (la cavidad del interior de los huesos donde se fabrican los glóbulos blancos, los glóbulos rojos y las plaquetas). Las células mieloides (mielocitos) pasan en gran cantidad a la sangre sin haber madurado del todo (células inmaduras o células blásticas).
La leucemia mieloide crónica afecta a personas de diferentes edades, entre los 20 y los 80 años, siendo más frecuente en las edades más avanzadas. Sin tratamiento, la leucemia mieloide crónica se transforma en una leucemia aguda en unos años (aproximadamente 4 años de media), lo que se denomina
crisis blástica, que puede llevar a la muerte del paciente. Cada año aparecen entre 1 y 2 casos de esta enfermedad por cada 100.000 habitantes.
¿Cuáles son las causas de la leucemia mieloide crónica?
Los genes son los encargados de producir las distintas proteínas de nuestro cuerpo. Estos genes están unidos constituyendo los cromosomas. Los pacientes con leucemia mieloide crónica, por motivos desconocidos, desarrollan una
alteración de sus cromosomas consistente en que una parte de un cromosoma de una célula de la médula ósea se desplaza a otro cromosoma. Esto da lugar a un cromosoma muy corto y a otro muy largo que tiene adherido nuevo material genético, dando lugar a un
nuevo gen llamado BCR-ABL. Este gen es el responsable de la producción de tirosin-kinasa, la cual favorece la multiplicación incontrolada de las células mieloides. Al cromosoma alterado se le denomina cromosoma Filadelfia.
¿Qué síntomas produce este tipo de leucemia?
En muchas ocasiones el diagnóstico de la leucemia mieloide crónica se realiza al descubrir de forma casual un
número muy aumentado de glóbulos blancos en un análisis de sangre realizado a una persona por cualquier motivo.
En otras personas puede producir:
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Una serie de síntomas inespecíficos, como cansancio, pérdida de apetito, adelgazamiento, sudoración, malestar general, etc.
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Síntomas como consecuencia del crecimiento del bazo (esplenomegalia), como dolor o pesadez en el lado izquierdo del abdomen o saciarse enseguida al comer.
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Anemia.
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Trombopenia o trombocitosis. Las plaquetas pueden estar bajas o aumentadas, favoreciéndose el sangrado fácil o las trombosis.
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Los glóbulos blancos que se producen en los pacientes con leucemia mieloide crónica no suelen funcionar adecuadamente por lo que, a pesar de haber muchos en la sangre, estos pacientes tienen una mayor facilidad para adquirir infecciones que pueden ser graves.
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Uno de cada 10 pacientes es diagnosticado cuando ya se ha producido la transformación blástica y, en esas situaciones, hay fiebre sin causa aparente, cansancio extremo, pérdida de apetito y una importante alteración de la situación general.
¿Cómo se diagnostica la enfermedad?
El diagnóstico de la leucemia mieloide crónica se realiza al observarse un número muy aumentado de glóbulos blancos (leucocitos) a expensas de células inmaduras de la estirpe mieloide (mielocitos, metamielocitos y mieloblastos) en un
análisis de sangre y se confirma con la realización de un
aspirado de médula ósea o una biopsia de médula ósea. Suele haber una anemia (bajada de glóbulos rojos) moderada y un aumento de las plaquetas.
La transformación en leucemia aguda (crisis blástica) se caracteriza por un aumento muy importante de los mieloblastos en sangre y por una anemia más intensa.
En más del 90% de los pacientes con leucemia mieloide crónica, se detecta la presencia del cromosoma Filadelfia en los glóbulos blancos de la sangre.
¿Cuál es el pronóstico de los pacientes?
El pronóstico de los pacientes con leucemia mieloide crónica ha cambiado radicalmente desde que se tratan con
inhibidores de la tirosin-kinasa. Antes de la utilización de estos medicamentos, la supervivencia media tras el diagnóstico era de 4 años.
El pronóstico es peor cuantos más blastos (las formas más inmaduras de estirpe mieloide) haya en la sangre en el momento del diagnóstico, a edades más avanzadas, a mayor tamaño del bazo y dependiendo del número de plaquetas.
¿Es hereditaria?
La leucemia mieloide crónica no es hereditaria.
¿Cuál es el tratamiento de la leucemia mieloide crónica?
Durante los últimos años, el tratamiento de la leucemia mieloide crónica ha cambiado de forma muy importante y es un tema en continua evolución. El objetivo final del mismo es:
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Hacer desaparecer las células anormales de la sangre y de la médula ósea (respuesta hematológica).
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Hacer desaparecer las células con cromosoma Filadelfia (respuesta citogenética).
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Idealmente, hacer desaparecer el gen anormal BCR-ABL (respuesta molecular).
Los tratamientos disponibles son:
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Inhibidores de la tirosina-kinasa: Imatinib (Gleevec®), nilotinib, dasatinib, etc. Actualmente es el tratamiento de primera elección para todos los pacientes. Este tratamiento impide la proliferación exagerada de células generada por el gen anómalo BCR-ABL. El tratamiento permite la remisión de las alteraciones de la sangre (desaparición de las anomalías en los análisis) en más del 95% de los pacientes y la remisión de las alteraciones en los cromosomas en un porcentaje algo menor, disminuyendo el número de ellos que realizan transformación blástica. De momento, y a falta de los resultados de estudios que lo evalúen, el tratamiento debe ponerse de por vida. Presenta diversos efectos adversos (retención de líquidos, diarrea, calambres musculares y alteraciones de la piel) que a veces obligan a bajar algo la dosis. Este tratamiento no debe administrarse junto a algunas medicinas, sin embargo es imprescindible que no se olvide de tomar dado que si no se toma adecuadamente se reducen las posibilidades de éxito. Cuando aparece resistencia a este fármaco o no se consiguen hacer desaparecer totalmente las alteraciones genéticas después de cierto tiempo, se pueden utilizar nuevas medicinas de esta misma familia que pueden favorecer la remisión. Actualmente es el tratamiento de elección para la mayoría de pacientes, dejándose el trasplante de médula ósea para aquellos que no responden o se vuelven resistentes a estos tratamientos. El tratamiento previo con imatinib no afecta al pronóstico del trasplante.
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Trasplante de médula ósea. El trasplante de médula ósea se suele realizar sólo cuando hay falta de respuesta a los inhibidores de la tirosina-kinasa o cuando la leucemia reaparece tras haber remitido con inhibidores de la tirosin-kinasa. Suele realizarse a partir de un donante compatible. Es el único tratamiento que puede curar completamente la enfermedad.
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Otros tratamientos. En general, si el número inicial de glóbulos blancos anormales en sangre es muy alto, puede necesitarse reducirlo de manera rápida; para ello pueden usarse medicinas inmunosupresoras como la hidroxiurea, el interferón, etc. Existen estudios que evalúan la eficacia del interferón asociado a imatinib. La esplenectomía (extirpar el bazo) se reserva para pacientes con manifestaciones clínicas derivadas del crecimiento del bazo que no mejoran a pesar de los tratamientos previos. Estos tratamientos también pueden utilizarse cuando existen efectos secundarios intolerables de los inhibidores de la tirosin-kinasa o en situaciones donde no puedan ser administrados, como el embarazo.
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En los pacientes con transformación blástica o cerca de desarrollarla, una fase de la enfermedad que se denomina fase acelerada, el control de la enfermedad es más difícil. Se suelen emplear inhibidores de la tirosín-kinasa y se valora la posibilidad de trasplante de médula ósea.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.