La
rodilla es una de las
articulaciones que tiene un
mayor riesgo de desarrollar enfermedades o presentar lesiones, ya sean enfermedades inflamatorias o degenerativas, o lesiones deportivas o traumáticas. La mayoría de las personas tendrán molestias en la rodilla en algún momento de su vida. Dichas molestias pueden presentarse de forma aguda (por ejemplo tras un golpe, un giro brusco, etc.) o pueden aparecer de forma progresiva, como consecuencia del sobreuso de la articulación o de la aparición de alguna lesión crónica.
La articulación de la rodilla está formada por el fémur en su parte superior y por la tibia y el peroné en su parte inferior. El interior de la articulación está recubierto por una zona, denominada
cartílago, que es lubricada por un líquido
(líquido sinovial) procedente de unas bolsas cercanas denominadas
bursas. El cartílago protege al hueso de su desgaste con el roce. En el interior de la articulación existen 2 estructuras, llamadas
meniscos, que actúan como almohadillas,
amortiguando las presiones que se producen al caminar, correr o saltar. Los huesos de la rodilla están unidos entre sí por
ligamentos, tendones y músculos que ayudan a estabilizar la articulación.
La mayoría de los problemas que afectan a la rodilla proceden del daño de alguna de estas estructuras.
Las molestias pueden presentarse de forma aguda o aparecer de modo progresivo por el sobreuso de la articulación
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¿Por qué se produce el dolor de rodilla?
Existen numerosas causas de dolor de rodilla, que pueden dividirse en:
Causas de dolor agudo
Suele ser debido un
golpe directo sobre la rodilla o a una
lesión, generalmente practicando deporte o durante el trabajo, como consecuencia de un giro brusco, una caída o una postura que fuerce a la rodilla.
El dolor puede acompañarse de un
hematoma (moratón) o de hinchazón de la rodilla, en ocasiones como resultado de un
derrame de líquido en su interior. Los derrames como consecuencia de una lesión aguda están generalmente en relación con el daño del ligamento cruzado anterior o con lesiones de menisco. En personas de edad más avanzada, el derrame agudo suele asociarse a daño del menisco, a fracturas de la tibia (meseta tibial), al daño de ligamentos o a un agravamiento de una lesión de rodilla crónica previa. Además del
dolor, puede sentirse
hormigueo, sensación de adormecimiento,
debilidad o cambios en la coloración que pueden estar en relación con el daño de algún nervio. Las causas agudas de dolor suelen ser debidas a:
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Distensión o rotura de los ligamentos o tendones de la rodilla. La rodilla dispone de 4 ligamentos que la dan sujeción: el ligamento interno (por la cara interior de la rodilla), el ligamento externo (por la cara externa de la rodilla) y los dos ligamentos cruzados (en el interior de la articulación). Estos ligamentos pueden romperse o distenderse (estirarse en exceso sin llegarse a romper) por traumatismos directos sobre la rodilla o por giros bruscos de la articulación.
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Lesiones del menisco. El menisco es un cartílago que se encuentra en el interior de la rodilla y que se encarga de absorber los golpes que se producen al caminar, correr o saltar. Los meniscos pueden romperse o desgarrarse, en general como consecuencia de giros bruscos de rodilla, golpes sobre la rodilla o tras saltos.
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Fracturas de los huesos. A nivel de la rodilla pueden producirse fracturas de los huesos que la componen, es decir, del fémur, tibia o peroné. Suelen producirse al caerse y golpearse la rodilla, por golpear la rodilla contra algún objeto (por ejemplo en un accidente) o por giros bruscos de rodilla.
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Dislocación o subluxación de la rótula. Puede producirse ante giros bruscos de la rodilla cuando la pierna está extendida.
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Dislocación de la rodilla. Es una complicación rara y grave.
Causas de dolor crónico
También existen numerosas lesiones y enfermedades que pueden producir dolor crónico de rodilla:
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Dolor por sobreuso. Se produce por movimientos repetitivos que sobrecargan la rodilla o por un daño mantenido sobre la articulación. Aparecen como consecuencia de correr, montar en bicicleta, subir escaleras, etc. Pueden deberse a:
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Lesiones musculares. Diferentes músculos están encargados del movimiento de la rodilla. Las lesiones en dichos músculos pueden facilitar que la rodilla se vuelva inestable.
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Bursitis. Una bursitis es la inflamación de la bursa, una estructura que aporta líquido lubricante al interior de la articulación. Las bursitis se producen como consecuencia de un daño directo sobre la bursa (un golpe), por sobreuso de la articulación o por una presión excesiva sobre ella.
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Tendinitis. Una tendinitis consiste en la inflamación de los tendones y se producen por la sobreutilización de la articulación.
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Síndrome del dolor patelofemoral o rotuliano. Produce diversos síntomas generalmente debidos al sobreuso de la articulación de la rodilla (por ejemplo en corredores). Es más frecuente en mujeres y consiste en dolor en la parte delantera de la rodilla, sobre la rótula, que suele aumentar al ponerse en cuclillas, al correr, al estar mucho tiempo sentado o al subir o bajar escaleras.
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Síndrome de la banda iliotibial. El síndrome de la banda iliotibial es una inflamación de una banda fibrosa que va de la cara externa del muslo hasta la parte externa de la rodilla.
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Otras causas de dolor de rodilla. Otras causas de dolor de rodilla que no se deben a su sobreutilización son:
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Artritis. La artritis hace referencia a una inflamación del interior de la articulación de la rodilla. Una artritis puede ser debida a múltiples causas, como infecciones (artritis séptica), enfermedades inflamatorias (artritis reumatoide, gota u otras), etc. Puede acompañarse de rigidez y de hinchazón de la articulación, fiebre, etc.
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Artrosis. La artrosis una enfermedad degenerativa por la cual el cartílago articular se desgasta progresivamente. Es una de las causas más frecuentes de dolor de rodilla, sobre todo en personas de edad avanzada y con sobrepeso u obesidad. El dolor suele ser mayor por la mañana y va mejorando a lo largo del día.
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Enfermedad de Osgood–Schlatter. La enfermedad de Osgood-Schlatter es una inflamación de la espina tibial que se observa en niños y adolescentes en relación con el crecimiento.
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Quiste de Baker. Se trata de un quiste que se localiza en el hueco popliteo, la zona de detrás de la rodilla. Su rotura produce dolor que se extiende por la pantorrilla.
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Dolor referido. Algunas enfermedades que tienen otra localización, pueden producir dolor referido a la rodilla, como por ejemplo una hernia de disco, un pinzamiento vertebral o diversas enfermedades de la cadera.
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Dolor de estructuras cercanas. En ocasiones, las infecciones de estructuras cercanas, como la piel (celulitis) o el hueso (osteomielitis) producen dolor en la rodilla.
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Osteocondritis. Es una enfermedad que se produce como consecuencia de la falta de riego de una zona del hueso de la rodilla.
El dolor crónico se asocia también, en ocasiones, con derrame en el interior de la articulación. Generalmente la asociación con derrame sugiere la presencia de una artrosis, un proceso inflamatorio o una infección. En estos 2 últimos casos, la hinchazón se puede asociar a calor local y enrojecimiento.
Posibles causas en relación con la localización del dolor
La localización del dolor puede ayudar al médico a sospechar una u otra causa de dolor de rodilla:
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Dolor en la cara interna de la rodilla (por dentro).
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En caso de una lesión aguda se debe sospechar en un daño del menisco interno, daño del cartílago articular o daño del ligamento lateral interno.
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En caso de una lesión crónica se debe sospechar en una artritis o artrosis, una bursitis anserina o un desgarro crónico del menisco interno.
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Dolor en la cara externa de la rodilla (por fuera).
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En caso de una lesión aguda se debe sospechar en un desgarro del menisco externo, daño del compartimento externo del cartílago articular o lesión del ligamento del peroné.
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En caso de una lesión crónica se debe sospechar en una artritis o artrosis del compartimento lateral, una bursitis del bíceps femoral, una lesión degenerativa del menisco externo o un síndrome de la banda iliotibial.
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Dolor en la zona anterior de la rodilla (por delante).
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En caso de una lesión aguda se debe sospechar en una subluxación o dislocación de la rótula o una lesión del cartílago rotuliano. En personas entre 30 y 45 años se debe considerar la rotura del tendón rotuliano y en sujetos de entre 45 y 60 años la rotura del tendón del cuádriceps.
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En caso de una lesión crónica se debe sospechar una condromalacia de la articulación femoro-rotuliana o una tendinitis rotuliana. En jóvenes una enfermedad de Osgood-Schlatter.
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Dolor en la zona posterior de la rodilla (por detrás).
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En caso de una lesión aguda se debe sospechar en daño de la cápsula posterior interna, daño del ligamento cruzado posterior o desgarros del cuerno posterior del menisco.
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En caso de una lesión crónica se debe sospechar en desgarros del cuerno posterior del menisco o un quiste de Baker.
¿Cómo se diagnostica la dolencia?
El diagnóstico de cualquier dolor en la rodilla requiere que el médico conozca:
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Si se trata de un dolor agudo o crónico.
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Su localización.
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Si fuera agudo, si ha aparecido en relación con un golpe, un giro, o un movimiento brusco de la rodilla.
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Si fuera crónico, si se realizan actividades repetitivas con la rodilla, en el trabajo o en actividades deportivas o de ocio.
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Si aumenta o mejora con ciertas posturas o con determinadas acciones.
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Si se acompaña de alteraciones en la sensibilidad, de derrame en la articulación o de deformidades en la zona de la rodilla.
Posteriormente, la
exploración del médico determinará la presencia de deformidades, heridas en la zona, la presencia de derrame, la presencia de dolor al palpar o al realizar determinados movimientos, problemas en la movilidad de la articulación, etc. La exploración suele indicar al médico dónde se localiza el problema y es diagnóstica en muchos casos.
El diagnóstico es por exploración y suele indicar al médico dónde se localiza el problema antes de solicitar otras pruebas
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Además de la exploración, puede ser necesario solicitar otra serie de pruebas, como
radiografías, TAC, resonancia magnética nuclear (RMN) o una gammagrafía ósea. En caso de derrame puede ser necesario realizar una
artrocentesis diagnóstica, para disponer de líquido articular que será posteriormente remitido para investigación al laboratorio. Dependiendo de la patología encontrada puede ser necesario realizar una artroscopia.
¿Pueden prevenirse las lesiones de rodilla?
Para prevenirse las lesiones de rodilla se recomienda:
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Utilizar el cinturón de seguridad al conducir.
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Evitar subirse a sillas o escaleras.
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Evitar los tacones.
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Evitar correr cuesta abajo.
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Utilizar rodilleras en actividades donde exista riesgo de golpes directos sobre la rodilla, como el fútbol.
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Calentar siempre antes de realizar cualquier ejercicio físico.
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Evitar realizar actividades que se asocien con movimientos repetitivos de la articulación.
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Utilizar material y prendas apropiadas al ejercicio que se esté realizando.
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Adquirir un conocimiento adecuado de la técnica deportiva que se realice.
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Contactar con el servicio médico de empresa si pensamos que alguna actividad laboral pudiera estar produciendo una lesión.
¿Cuál es el pronóstico?
El pronóstico depende de la enfermedad o lesión responsable del dolor de rodilla.
Tratamiento del dolor de rodilla
Inicialmente, el tratamiento de cualquier lesión de rodilla debe incluir
reposo para evitar que se siga produciendo daño sobre la articulación.
Posteriormente el tratamiento suele incluir la
aplicación de frío, la
elevación de la rodilla y la realización de
ejercicios de fortalecimiento en los músculos que la dan apoyo. El frío reduce la inflamación y el dolor. Se debe de aplicar sobre la rodilla en sesiones de 10 a 15 minutos repetidas cada varias horas. Nunca se debe aplicar frío directamente, sino a través de una tela, una toalla, una bolsa, etc. Mientras se aplica el frío la pierna debe estar elevada por encima del corazón.
En las horas posteriores a una lesión de rodilla se deben de
evitar acciones que pueden aumentar la inflamación, como la aplicación de calor, las duchas o los baños calientes. Pasadas 48 o 72h, si la inflamación ha desaparecido, se puede aplicar algo de calor.
Frecuentemente se precisa administrar
anti-inflamatorios de forma temporal.
Durante la fase aguda del dolor y si hay líquido en el interior de la rodilla, se deben
evitar una serie de acciones que aumentan la presión sobre la rodilla:
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Ponerse en cuclillas.
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Agacharse.
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Girarse sobre las rodillas.
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Doblarlas repetidamente: subir muchos peldaños de escalera, levantarse y sentarse en una silla, pedalear, etc.
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Correr.
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Bailar.
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Jugar a deportes que requieran parar y continuar (futbol, baloncesto, tenis).
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Nadar con estilos que requieran doblar las rodillas (braza).
Las
alternativas a este tipo de movimientos o deportes son aquellas que no requieren doblar significativamente las rodillas, que no se asocian con impacto sobre dicha articulación y que permiten fortalecer los músculos anteriores (cuádriceps) y posteriores del muslo. Entre ellos se encuentran:
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Caminar rápido.
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Aerobic en piscina.
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Nadar a estilo libre.
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Utilizar máquinas elípticas.
La
rehabilitación posterior de la rodilla requiere la realización de ejercicios de fortalecimiento. Se deben realizar sin doblar la rodilla:
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Estando sentado o tumbado, se dobla la rodilla sana y se mantiene estirada la otra durante 5 segundos, con 10 a 15 repeticiones. En fases más avanzadas se pueden realizar estos ejercicios colocando peso en el tobillo.
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Abducción de cadera. Tumbado sobre un lado del cuerpo, en la cama o en el suelo (sobre el lado de la rodilla sana que permanece doblada), la pierna con la rodilla mala se eleva recta durante 5 segundos y posteriormente lentamente se baja. Se realizan 3 sesiones con 10 repeticiones cada una.
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Aducción de cadera. Tumbado sobre un lado del cuerpo en la cama o en el suelo (sobre el lado de la rodilla mala que permanece estirada), la pierna con la rodilla sana se dobla y el pie se coloca por delante de la pierna de abajo. Se levanta la pierna de abajo (la mala) recta durante 5 segundos y posteriormente se baja lentamente. Se realizan 3 sesiones con 10 repeticiones cada una.
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Estando de pie, colocar los pies unos centímetros por delante de una pared. Posteriormente doblar algo las rodillas (las nalgas nunca deben quedar por debajo de las rodillas) y apoyar la espalda totalmente en la pared. Aguantar 5 segundos y luego levantarse repitiéndolo de 10 a 15 veces en varias sesiones. Para aumentar el esfuerzo se pueden ir doblando cada vez más las rodillas. El ejercicio puede también hacerse colocando una pelota entre la espalda y la pared.
Ejercicios de estiramiento de la rodilla:
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Sentarse en la cama o en el suelo con la pierna de la rodilla mala estirada hacia delante. La pierna sana debe quedar doblada o colgando de la cama. Después doblar la cintura para intentar alcanzar el tobillo. Aguantar lo más estirado posible 30 segundos y volverse a sentar. Hacer el ejercicio de 10 a 15 veces.
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Tras colocarse detrás de una silla agarrándola con una mano, doblamos la pierna mala agarramos el pie con la otra mano mientras nos mantenemos rectos. Acercamos lentamente el pie hacia los glúteos y aguantamos 30 segundos. Repetir de 10 a 15 veces.
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Nos ponemos enfrente de una pared, algo separados. Extendemos los brazos sobre la pared a la altura de la cabeza manteniendo recta la espalda y las piernas y dejamos apoyar el peso. Deberemos sentir como se estiran los músculos de los gemelos.
Aunque esta información ha sido redactada por un especialista médico, su edición ha sido llevada a cabo por periodistas, por lo que es un contenido meramente orientativo y sin valor de indicación terapéutica ni diagnóstica. Recomendamos al lector/a que cualquier duda relacionada con la salud la consulte directamente con el profesional del ámbito sanitario correspondiente.