El 10 de octubre se conmemora el día internacional de la salud mental. Este año 2024 la Organización Mundial de la Salud tiene como objetivo concienciar acerca de la salud mental y el trabajo. Es un acierto focalizar la mirada en este ámbito, porque efectivamente existe una relación entre ambos; el trabajo ayuda a tener una buena salud mental. Los datos nos dicen que esta relación es así, pero profundicemos en ello para ver todas las aristas y matices que abarca.

Según el Informe anual del Sistema Nacional de Salud (SNS) de 2023 que publica el Ministerio de Sanidad, el 34% de la población padece algún problema de salud mental. Durante la infancia y adolescencia afecta más en los hombres y sin embargo en la juventud y etapa adulta impacta más en las mujeres. Los motivos más frecuentes de malestar emocional en la población general son los trastornos de la ansiedad, los trastornos del sueño y los trastornos depresivos (en la población infantil habría que incorporar trastornos específicos del aprendizaje y los problemas hipercinéticos).

¿Y qué causa este malestar emocional? Seguramente las causas son múltiples, pero lo que sí sabemos es que de la misma forma que el trabajo causa calidad de vida, si se da en las condiciones propicias, también puede ser un motivo de malestar. Querer y necesitar trabajar y no conseguirlo, o lo que es lo mismo, estar en situación de paro (especialmente el de larga duración) puede originar problemas de salud mental. No poder hacer frente a las obligaciones  económicas o deseos vitales puede lastrar mucho la salud de las personas.

El paro, por lo tanto, no solo no es bueno para el crecimiento económico de una sociedad sino que tiene además una afectación individual entre las personas que quieren trabajar y no lo consiguen, que puede afectar a su salud emocional.

Por otro lado, es necesario remarcar que el trabajo por sí mismo no es generador de bienestar si no se da en las condiciones adecuadas. Las cargas excesivas de trabajo, las situaciones hostiles, la inseguridad laboral, espacios inadecuados, etc. pueden dar lugar a problemas en salud mental. De hecho, solo el estrés es en Europa el segundo problema de salud más común en el trabajo y se calcula que entre el 50 y 60% de los días laborales perdidos se debe al factor estrés. El coste económico anual del estrés laboral en Europa se ha estimado en 20.000 millones de euros (según datos de la Estrategia de Salud Mental del SNS 2022-2026). Por lo que no se trata solo de trabajar, sino de trabajar en un entorno seguro, sintiéndonos reconocidos y estimulados con las tareas asignadas. Hacerlo en la medida adecuada en todos los ámbitos profesionales, es un reto también económico para la sociedad.

Otro elemento a tener en cuenta en la relación de salud mental y trabajo es el estigma que aún genera personas que tienen o han tenido algún problema en salud mental. Su erradicación debe ser una prioridad para todas las sociedades. El Pacto Nacional de Salud Mental de Catalunya pone el énfasis para combatir los prejuicios, los estereotipos y la discriminación que sufren las personas diagnosticadas con algún tipo de enfermedad de salud mental, porque si el trabajo ayuda a tener una buena salud mental, también lo es para las personas que se recuperan de una enfermedad.

En definitiva, cuando estamos defendiendo la creación de ocupación y que ésta sea de calidad, además de hacerlo para poder generar prosperidad económica, dar estabilidad a la población y poder desarrollar el proyecto de vida autónomo y deseado (a nivel de vivienda o formando una familia), lo hacemos también para asegurar el bienestar emocional de las personas.