El pasado mes de agosto publicaba el Wall Street Journal un artículo en el que la idea fuerza era la siguiente: “La escasez mundial de personal sanitario está desencadenando una cruenta batalla mundial por el talento, en la que los países ricos asaltan los sistemas médicos de otros países en busca de personal para atender a sus envejecidas poblaciones”.

Los ejemplos son múltiples con una misma línea argumental. La pandemia de Covid ha condicionado un abandono muy importante de profesionales sanitarios en muchos países que ha agravado la tradicional desproporción oferta/demanda presente en mayor o menor medida en casi todo el mundo. Entre 2020 y 2021, solo Estados Unidos perdió más de 100.000 enfermeras. Mientras que en los países pobres esto no hace sino profundizar en la precariedad y la tragedia de su atención sanitaria, los de mayores disponibilidades económicas se han lanzado sobre todos los demás en un intento nada disimulado de atraer médicos, enfermeras y en general todo tipo de profesiones sanitarias.

El éxodo de países pobres a países ricos


Describen el caso de Zimbabue, con una emigración masiva de sanitarios sobre todo al Reino Unido, que en el último año se ha multiplicado por seis hasta alcanzar los 17.421 visados expedidos por este país para tal fin. El presidente zimbabuense ha calificado este expolio como “crimen contra la humanidad” y añadió que “si alguien ha sido tan irresponsable de no formar a sus propios nacionales, sino de querer que los países pobres les formen por ellos, es un crimen que debe tomarse en serio”. Al tiempo, anunció una ley que penalice la contratación activa de personal sanitario en su país. No es el único que toma medidas. Filipinas prohibió la salida de personal sanitario durante la pandemia y luego los ha restringido en gran medida y Nigeria va a exigir una estancia de 5 años tras acabar los estudios, antes de poder emigrar, entre otros muchos.

La situación es tal que la OMS ha publicado una lista de 55 países con los problemas de personal sanitario más acuciantes. La media de estos países es de solo 15 trabajadores sanitarios por cada 10.000 habitantes, frente a 148 por cada 10.000 en los países de ingresos altos (alrededor de 135 en España). Concluye la OMS pidiendo a sus miembros que no contraten activamente a médicos y enfermeras de estos 55 países sin sellar antes acuerdos bilaterales de apoyo a los estados en los que están contratando. Este apoyo podría incluir la financiación de la formación del nuevo personal o planes para que los trabajadores sanitarios regresen a su país de origen al cabo de unos años.

Por el lado contrario, más de 70 estados han introducido leyes en los últimos años para facilitar la contratación de personal sanitario extranjero. Países ricos, como Alemania han incluido la contratación de personal sanitario en sus viajes de alto nivel a lugares como Ghana, Brasil y Albania. Al final, cualquier medida restrictiva es como poner puertas al campo en un contexto de diferencias salariales de más de 10:1 y una oferta/demanda que convierte a los sanitarios en emigrantes VIP entre el tercer y el primer mundo.

El fenómeno que describimos no es nuevo, aunque la crisis del Covid lo haya disparado y no debería sorprender a nadie. Ya en 2006 la OMS cifraba en 4 millones el déficit de sanitarios en el mundo, lo aumentó a 7 millones en 2013 y cifró en 13 millones las previsiones para 2035. Sin embargo, estimaciones más recientes ya elevan esta cifra a 18 millones para 2030, cifras cada día más preocupantes y para las que es obvio que no se están poniendo las medidas oportunas.

Tuve ocasión de comprobar en los primeros años de este siglo las repercusiones concretas de esta emigración de sanitarios en busca de mejores condiciones laborales, en un país como Túnez, entonces en mejor situación que la actual, con una sanidad muy digna y de cobertura universal, lo mismo que la enseñanza. Aunque sin grandes recursos, trataba de instaurar un sistema de donación y trasplantes similar al español para lo que pidió nuestra ayuda. Pronto constatamos que el factor limitante que impedía llevarlo adelante era el déficit selectivo de médicos especialistas y enfermeras, que emigraban masivamente a países árabes con grandes disponibilidades como Arabia Saudita o los Emiratos Árabes, o bien francófonos como Francia, Bélgica o Suiza en busca de ingresos más elevados. Las autoridades sanitarias y los médicos que allí trabajan daban por perdida una batalla que les deja los hospitales vacíos de anestesistas, determinados cirujanos y enfermeras…puestos clave para el desarrollo de su sanidad pese a que el estado tunecino ha invertido cuantiosos recursos en su formación.

La competencia, también entre países desarrollados


Curiosamente, la globalización tiene tal fuerza que nos está permitiendo asistir al fenómeno del cazador-cazado. Un país como el Reino Unido, tradicional importador universal de sanitarios como muy bien sabemos en España, y que perdió un número muy considerable de los mismos tras la pandemia, recibe ahora las OPAs de países angloparlantes como Australia o Estados Unidos que ofrecen mayores sueldos y mejores condiciones de trabajo y que están recibiendo sanitarios británicos y de otras partes del mundo en cantidades muy considerables.


"Nuestros profesionales jóvenes, muy bien formados, pero con unas malas situaciones laborales se ven tentados por las opciones de otros países con mejores condiciones, mientras que a la vez, importamos médicos y enfermeras de países menos agraciados y con casi siempre peor formación que los nuestros. Un negocio redondo".



En España, desde hace bastantes años se habla de la escasez de médicos de determinadas especialidades, así como de personal de enfermería. No es el objetivo de este artículo hacer un análisis de este déficit que en líneas generales podríamos decir que es selectiva para determinadas especialidades y ubicaciones en el caso de los médicos y más global en el caso de la enfermería. Parece obvio que las causas son múltiples y lo mismo los parches más o menos efectivos que se intentan poner, casi siempre centrados en aumentar la producción en origen de estos profesionales titulados. Sin embargo, el panorama internacional que acabamos de describir nos afecta, y mucho, en las dos direcciones: nuestros profesionales jóvenes, muy bien formados, pero con unas malas situaciones laborales se ven tentados por las opciones de otros países con mejores condiciones, mientras que a la vez, importamos médicos y enfermeras de países menos agraciados y con casi siempre peor formación que los nuestros. Un negocio redondo.

El corolario de toda esta situación está muy claro, aunque nuestros políticos no sean conscientes o no lo quieran ver: solo unas condiciones laborales dignas y desde luego mucho mejores que las actuales para nuestros profesionales sanitarios, con especial hincapié en los más deficitarios y zonas de difícil cobertura podrá frenar la sangría actual y sentar las bases de una solución del problema a medio y largo plazo. Lo demás son solo parches.

Se atribuye a Confucio la frase “Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo”. ¡Qué razón tenía!