Un detalle relativo al estamento científico de la Comisión Interministerial de Seguimiento del Ébola, he vuelto a tomar conciencia de la gran incongruencia del vigente modelo de reconocimiento de profesiones de nuestro Sistema Nacional de Salud.
La Ley de 25 de noviembre de 1944, de Bases de la Sanidad Nacional solamente reconocía como profesiones sanitarias las clásicas e imprescindibles para que un sistema sanitario sea mínimamente eficiente.
A veces, la realidad es cruel, ya que nuestras élites sanitarias legislaban en el sentido indicado, en el año 1941, el equipo liderado por biólogo Edwad L. Tatum ya había recibido el Premio Nobel de Medicina por haber probado el vínculo entre gen y reacción enzimática. A partir de ahí, la Biología molecular revolucionó diagnósticos y tratamientos.
No puedo silenciar que James D Watson y Francis Crick, descubridores de la estructura molecular del ADN, eran biólogos y el último, además era físico; su contribución a mejorar nuestras condiciones sanitarias se explicitó con el Premio Nobel también de Medicina, en 1962.
La Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad tuvo la virtud de adaptarse a la nueva realidad y hacer justicia a los nuevos profesionales que emergían en la Sanidad; así, era reconocido como profesional sanitario todo aquel que desarrollaba su actividad en el Sistema Nacional de Salud; las tautologías serán repeticiones, si se quiere ociosas, pero nunca dicen una cosa por otra.
El ministro impulsor de este avance legislativo, el malogrado Ernest Lluch Martín, era economista y, por tanto, incontaminado de los corporativismos, siempre ineficientes, específicos del sector sanitario. Con dicha ley, Lluch impulsó la competitividad profesional y la modernización científico-técnica del sistema sanitario español; ambos cambios eran imprescindibles para dar adecuada respuesta a las nuevas necesidades y demandas al Sistema Nacional de Salud, formuladas por los ciudadanos de la nueva España democrática.
Pero el corporativismo en el sector sanitario no cejó en su empeño de “poner las cosas en su sitio”. El medio para hacerlo es la LOPS, versión maquillada de la Ley de Sanidad de 1944. Los distintos gobiernos de Rodríguez Zapatero mantuvieron los postulados de la LOPS consistentes en hacer invisibles a los profesionales pertenecientes a las nuevas profesiones que han emergido en nuestro Sistema Nacional de Salud, pero, ¡¡eso si!! sin dejar de sacar fruto de sus aportaciones.
Ya que el problema sanitario del Ébola corresponde al ámbito de la Inmunología, el premio Nobel de Fisiología y Medicina de 2011 se concedió a Jules A. Hoffman, por sus aportaciones en el ámbito dela Inmunología y las vacunas. Hoffman es biólogo.
Vuelvo al detalle del principio de esta nota. Resulta que un miembro del referido estamento científico …. ¡¡no es profesional sanitario!! Se trata del Dr Luis Enjuanes Sánchez, licenciado en Ciencias Químicas y Doctor en Ciencias, virólogo de prestigio reconocido internacionalmente, que no acredita poseer el título de especialista sanitario, requisito que la LOPS exige a un químico para ser considerado especialista sanitario.
Nuestro actual modelo de reconocimiento de la profesionalidad sanitaria es tan mezquino, ruin y miserable, o sea rácano, que, para la resolución de un problema sanitario, el del ébola, es capaz de requerir los conocimientos de un profesional, el Dr Enjuanes, y negarle la consideración de lo que realmente es: un profesional sanitario como la copa de un pino.
Nuestro actual modelo de reconocimiento profesional en el ámbito de la Sanidad, el de la LOPS, no hubiera considerado a Tatum, Watson, Crick, Hoffman y otros profesionales con sus características académicas, como profesionales sanitarios.
¡De pena o de risa, como usted prefiera! ¿Hasta cuándo?