Si para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es “el completo estado de bienestar físico, psíquico y social y no la mera ausencia de enfermedad” se hace evidente que la salud es una sensación, es decir, se siente que se está sano o se siente que se está enfermo, y al ser una sensación como ocurre con la belleza, el estado máximo de salud no tiene límite por lo que en el servicio sanitario público, gratuito en el momento de recibir el servicio, la demanda de salud tampoco lo tiene y se hace evidente el teorema de Roemer que afirma que “todo servicio sanitario público disponible sufre un impulso irrefrenable a ser utilizado” propiciado, además, porque en el curioso, e imperfecto mercado sanitario público, el médico compra, el enfermo consume y un tercero paga. En tales circunstancias, la lista de espera tiende al infinito lo que hace que las expectativas de los ciudadanos jamás sean alcanzadas, lo que propicia la frustración, surge el desengaño y aparece la queja.

Las listas de espera, en general, afectan a todos los que utilizan el sistema público y es un indicador muy sensible del estado del modelo sanitario, tanto en su planificación como en su gestión. Siempre están de actualidad, son difíciles de gestionar, molestas de soportar y, aunque imposibles de eliminar, son susceptibles de acortar, si bien una de ellas, por lo general, se desea alargar. Me refiero a la que iniciamos ahora y concluirá con nuestro definitivo adiós terrenal. A Sócrates le condenaron a muerte los hombres y a todos nosotros la naturaleza en cuyo recorrido todas las horas hieren, pero la última mata. La única manera segura de no morir es la de no haber nacido. Con el propio cuidado y la ayuda del médico se consigue alargar algo la vida y retrasar el momento de la ejecución de la sentencia.

¿Qué son las listas de espera en la sanidad?


Las listas de espera son consecuencia del desajuste entre demanda y servicio. Cuando la demanda supera a la efectividad del servicio surge la lista de espera. En consecuencia, la lista de espera puede ser por exceso de demanda o por defecto de servicio o por ambas circunstancias a la vez. Antes de juzgar, y sobre todo antes de tomar medidas que afectan a los ciudadanos como potenciales usuarios, pero también como seguros contribuyentes, conviene analizarlo cuidadosa y sosegadamente.

El exceso de demanda se fomenta por la definición de salud y se facilita por la gratuidad del servicio. La efectividad del servicio, con similar demanda y complejidad del caso, está determinada, en hospitalización, por ejemplo, por la siguiente fórmula matemática: e=c.t.io/em, en la que e representa el número de enfermos ingresados, c el número de camas, t el tiempo considerado e io el porcentaje de ocupación, mientras que em es la estancia media o promedio de estancia. A la estancia media o promedio de estancia la afectan veintitrés factores de los que diez la disminuyen, ocho la aumentan y cinco son variables. 

Los diez factores que a similar demanda disminuyen la efectividad y consecuentemente alargan la lista de espera por aumento del promedio de estancia son:

  • 1. Un mayor número de camas.
  • 2. Un número más elevado de facultativos.
  • 3. Un índice de mortalidad más alto.
  • 4. Mayor número de enfermos por facultativo
  • 5. Entrada de nuevos Residentes.
  • 6. Mayor antigüedad en la especialidad.
  • 7. Existencia de programa docente.
  • 8. Mayor dotación en investigación
  • 9. Mayor porcentaje de ingresos de urgencia y
  • 10. Peor estado socioeconómico de la población.

Los ocho que con la misma demanda aumentan la efectividad por acortamiento del promedio de estancia y por tanto disminuyen la lista de espera son:

  • 1. Baja dotación de camas.
  • 2. Mayor demanda.
  • 3. Mejor acceso a hospitales de crónicos.
  • 4. Elevado número de personal no médico.
  • 5. La protocolización en enfermería.
  • 6. Mayor actividad en consultas externas.
  • 7. Control más estricto sobre las estancias y
  • 8. Mejor dotación tecnológica.

Los cinco factores variables:  

  • 1. Preferencias culturales de los usuarios.
  • 2. Tipo de diagnóstico.
  • 3. Juicio clínico y hábitos médicos.
  • 4. Día de la semana del ingreso y
  • 5. Estilo administrativo de los centros.

Se deduce que la gestión de las listas de espera es compleja y se necesita cierta especialización. Es preciso planificar y gestionar:

  • a) la necesidad de medios
  • b) la eficacia de lo disponible
  • c) la efectividad de lo conseguido
  • d) la eficiencia con la que se logra
  • e) la equidad con la que se desarrolla
  • f) la calidad que se exige

Y todo ello cuantificado, expresado en números, asignado el responsable de conseguirlo, analizado el resultado y retribuido, al menos en parte, conforme a lo conseguido.
 
En general, el grado de satisfacción con el Sistema Nacional de Salud es alto a pesar de que lo que aparece en los medios de comunicación es lo defectuoso e insatisfactorio, que tiene de positivo el acicate de la crítica que estimula el intento de mejora.

Es difícil que la satisfacción aumente porque:

  • a) La puntuación otorgada es alta o muy alta, frecuentemente por encima de 7,5 sobre un máximo de 10, según recoge el Barómetro del Sistema Nacional de Salud (SNS) realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) para el período 2015 a 2023, ambos inclusive, que comprende la pandemia COVID-19.
  • b) Las expectativas son muy elevadas, ya que la profesión de médico es la mejor valorada de todas las existentes. La nación más feliz de la tierra, que es Finlandia, según el índice de la ONU, está puntuada con 7,8 y a la octava, que es Suiza, la otorgan 7,2. La mayoría de los parámetros sanitarios españoles están por encima de esas cifras.
  • c) La población sufre con la incertidumbre y no soporta la espera.

El Barómetro indica que al 30,7% de las personas les ha parecido que retrasaban su cita y ha acudido directamente a urgencias donde al menos el 26,1% ha esperado casi una hora, el 47,0% entre 1 y 4 horas, el 21,4% entre 4 y 12 horas, el 2,5% entre 12 y 24 horas y el 2,4% ha esperado más de 24 horas. Es decir, casi el 73,9 % ha esperado alrededor de 4 horas y en situación de urgencia. Y se han atendido 2.750.500 urgencias anuales. Significa que 2.032.225 pacientes (73,9% de los atendidos) se han pasado esperando en urgencias unas cuatro horas, y en muchos casos acompañados.

Y en lista de espera para ser operados hay 849.535 pacientes y en continuo crecimiento. El tiempo medio de espera, que crece de manera constante, es de 128 días. Casi medio año de espera y consecuente incertidumbre. No atenúa el problema, ni reduce la insatisfacción el hecho de que la actividad total del Sistema Nacional de Salud sea casi incontable al superar varios cientos de millones de actos y la asistencia recibida sea, en su inmensa mayoría, satisfactoria. Es evidente que los seguros privados crecen continuadamente, lo que podría indicar cierta insatisfacción en la asistencia pública, la cual debería mejorar su gestión para lo que bueno sería que imitase alguna de las muchas eficientes prácticas de la privada.  

No obstante, el acceso al sistema, junto a Austria, ocupa el mejor lugar de todos los países de la UE-28. Ningún parámetro del Barómetro está valorado por debajo de 6 sobre un máximo de 10 y muchos están cercanos a 8, y lo superan. Cifra que adquiere más valor indicativo si se considera que los países más felices de la tierra, según la ONU, tienen una puntuación comprendida entre 7,8 de Finlandia y 7,2 de Suiza. Son, por el siguiente orden: Finlandia, Dinamarca, Islandia, Israel, Países Bajos, Suecia, Noruega y Suiza. España, en esta clasificación ocupa el lugar trigésimo segundo con una puntuación de 6,43.

Además, los médicos, los científicos, los profesores, los policías y los miembros de las fuerzas armadas son, según encuestas del CIS, las profesiones que generan mayor confianza a los españoles por lo que la espera para ser atendido por ellos agobia. El clero, los banqueros, los ministros del gobierno y los políticos en general, que cierran la clasificación, son las que menos y por tanto se les ignora o se les desprecia. Por otra parte, en la UE-28, once estados se rigen por el sistema Beveridge, incluida España, y diecisiete por el Bismarck, y en general, al ser menos participativo el primer sistema, se tiende a criticar con más frecuencia. 

Bienvenida sea la crítica que propicie que, a través de sus representantes, los grupos implicados en el SNS: ciudadanos, profesionales, gestores y políticos (gobierno y oposición) alcancen un acuerdo de mínimos en el que al perder todos algo, ganen mucho todos. Para conseguirlo deben de considerar que no todo es siempre blanco o negro, como lo perciben los radicales e inseguros, sino que, en general, predominan los grises, que es como lo toman los prudentes, partidarios del diálogo, la negociación y el acuerdo.


"Los médicos y los científicos están entre los profesionales que generan mayor confianza entre los españoles, según el CIS"




La crítica debe de ser interpretada correctamente, y en este sentido, de mi ya lejana estancia asturiana de tres años y medio en la gerencia del Hospital General de Asturias entre los años 1968 a 1971, conservo un precioso e imborrable recuerdo de aquellas empinadas, verdes y frecuentemente brumosas montañas pobladas de acogedoras, generosas y prudentes gentes donde se contaba una singular fábula en la que un imprudente pajarito abandonó el nido antes de tiempo y cayó al lado de una vaca que pacía plácidamente por aquellos idílicos prados. Observó la vaca que, a lo lejos, aparecía, en aquel momento, una zorra que corría en dirección a donde ella y el indefenso pajarito se encontraban.

Con la finalidad de protegerlo de las fauces de la hambrienta zorra que, de verlo, lo sepultaría de inmediato en su vacío estómago, se la ocurrió esconderlo, y al no encontrar otro medio de hacerlo defecó encima tapándolo con certero, suficiente y mullido material orgánico. Llegó la zorra, olisqueó por los alrededores, no vio nada comestible y se fue. Tanta fue la alegría del pajarito al verse a salvo de una muerte segura que levantó la cabeza, la sacó del húmedo escondite salvador y empezó a piar atolondradamente con todas sus fuerzas. Lo oyó la zorra, volvió sobre sus pasos, acercó su hocico a la plasta que escondía al ahora aterrorizado pajarito, abrió la boca, lo agarró con los dientes por la punta del pico, se acercó a un arroyuelo que por allí fluía, lo lavó en sus aguas y lo engulló. La frustrada vaca quedó triste y abatida, y sin emitir un solo mugido de reproche, apesadumbrada por el fatal desenlace recordó la moraleja de la fábula que decía: no todo el que te echa mierda encima es tu enemigo, no todo el que te la quita es tu amigo y cuando estés lleno de mierda no digas ni pío.