Eutanasia es una palabra derivada del griego
euthanasía, 'muerte dulce'. Titulo el artículo con esta denominación, que al menos no parece tan mal vista en estos momentos de cierta crispación con relación a la propuesta de regulación de esta.
Pero ¿qué es la eutanasia? Según el diccionario de la R.A.E, tiene dos acepciones:
1.- Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente
sin perspectiva de cura
2.- Muerte
sin sufrimiento físico
De nuevo asistimos al debate sobre la eutanasia, muerte digna. Derecho a la eutanasia, una prestación incluida o no en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud, política, ética, deontología, profesionales, pacientes, sociedad, servicios sociosanitarios, etc.
Tema candente, complicado y con muchas aristas.
Decía Séneca: “
la muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor”. Castigo, regalo, favor. ¿Cómo es posible que lo mismo tenga consideraciones tan diferentes? Algo que, en apariencia en malo como la muerte, puede ser considerado un castigo para muchos -posiblemente la mayoría-; puede ser un regalo para todos aquellos que sufren y que entiendan que el mejor estado al que pueden pasar es al de la muerte; y también puede ser un favor, (en este caso no tengo claro si no solo para pacientes o también para familiares).
"Dejemos a un lado las consideraciones personales, la visión 'religiosa' con sus variadas versiones, ahora estamos en un Estado democrático y de derecho"
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Con ocasión del anterior intento de regulación, en abril de 2019, ya escribía un artículo en esta misma tribuna, lo titulé '
Ayudar a bien morir'. En esa ocasión hacía un posicionamiento diferente, entre otras cosas porque no estábamos tan cerca de una regulación legislativa como estamos ahora.
Superadas las previas consideraciones sobre paliativos, ayuda en el proceso de la agonía, encarnizamiento terapéutico, últimas voluntades, testamento vital, etc., hemos llagado al último eslabón, el de la eutanasia.
Dejemos a un lado las consideraciones personales, la visión “religiosa” con sus variadas versiones, ahora estamos en un Estado democrático y de derecho, en el que
la representación de los ciudadanos recae en unos diputados que, en teoría, son los que tienen delegado la “interpretación” de nuestros pensamientos y creencias. Y ahora interpretan que la sociedad, de forma mayoritaria, quiere regular la eutanasia, la muerte dulce. No voy a cuestionar si esto es así o no, no tengo la suficiente información, pero si quiero manifestar algunas cosas con relación a este tema.
La regulación mediante Ley de una cosa tan seria también afecta a los profesionales y familiares del paciente. Tiene trascendencia jurídica, social, ética, y no solo afecta al ciudadano que quiera hacer uso de este derecho (una vez regulado y entendido como derecho, es lo que será).
Es necesario, imprescindible diría yo, que la regulación permita que este proceso garantice la
seguridad jurídica del paciente que toma la decisión,
del familiar o tutor legal si fuera preciso y tuviera la patria potestad, y por supuesto
de los profesionales que intervendrían en el mismo.
Cada cual es libre de ejercer su derecho, de que se respeten sus creencias, sus convicciones, sus pensamientos, sin interferencias y con seguridad jurídica. Es fundamental garantizar el quién, cómo, cuando, en qué casos, con qué apoyos, tramitación, etc.
También lo es para los
profesionales que se vean afectados en su ejecución. Garantías jurídicas, claridad en los procedimientos y, por supuesto, la posibilidad de ejercer la objeción. Esto no es nada nuevo, es replicar lo que ya sucede con el aborto. Y tener la certeza de que nadie será estigmatizado por ejercer este derecho, como tampoco lo debe ser quien quiera ejercer el derecho a la participación voluntaria. Dos derechos, compatibles y respetables.
Solo queda decir que los legisladores hagan bien su trabajo: que realicen una regulación clara, sin que dejen nada a la posibilidad de interpretación, que se haga todo desde la tranquilidad, la mesura, el entendimiento, sin sectarismo. Y pensando siempre en que
el fin es ayudar a los que lo necesitarán, los pacientes/ciudadanos,
y a los que deberán poner sus conocimientos a su disposición, los profesionales.