Decía Nora Roberts que “si no buscas lo que quieres, nunca lo tendrás. Si no lo haces, la respuesta siempre es no. Si no das un paso adelante, siempre estás en el mismo lugar”.

¿Qué está pasando en nuestra Sanidad para que los cuidadores, los profesionales, los que garantizan que el sistema funcione, dejen a un lado su propio cuidado y sean capaces de abandonarse a sí mismos?

Me preocupa que esta autodestrucción sea el final de unos profesionales altamente especializados, que son de los más considerados por la sociedad, de los que tienen posiblemente el mayor nivel de conocimientos, de exigencia, de cualificación y de dificultad para adquirirlos.

Resulta difícil comprenderlo, aunque si se analiza detenidamente la situación y cómo se han desarrollado los acontecimientos en las últimas décadas, es posible acercarse a su entendimiento.

Una profesión de origen individualista, en la que lo más “sagrado” era la relación humanista “médico-paciente”, la confianza en sus conocimientos por parte de un paciente, al que con el paso del tiempo se ha llamado cliente o usuario, ha pasado a ser el “peón cualificado” de un sistema que poco a poco se está convirtiendo en algo parecido a una fábrica de hacer actos médicos; el protagonista ya no es el enfermo y el profesional, sino la tecnología, los directivos, “la gerencia”, los números malditos (las listas de espera, números; consultas, son números; intervenciones quirúrgicas, mas números; índices, ratios, etc.).


"Permitimos por omisión la proliferación de políticos, administradores, estructuras directivas que hacen y deshacen, controlan nuestras vidas profesionales, premian o castigan a su antojo"



Una mención especial a las gerencias. Llamativo es que cuando una noticia sanitaria que por ejemplo dice “se realiza el primer trasplante renal en el Hospital X” se acompaña de la foto del gerente del centro, no de la del equipo que lo lleva a cabo. Qué triste y que pena, ver cómo el actor principal no aparezca en los títulos.

Ahondando más en lo anteriormente dicho, en estos tiempos en los que la tecnología hace posible la inteligencia artificial, donde la capacidad de información y el accedo general a ella está al alcance de todos, donde los pacientes se “autodiagnostican”, dónde el médico más famoso y consultado es el Dr. Google, donde el profesional pasa a ser un técnico al que consultan en segunda instancia, los profesionales debemos hacernos fuertes, implicarnos en nuestra propia regulación, participar activamente en las instituciones.

Así hemos llegado hasta el momento actual, en el que los profesionales luchan denodadamente para no caer en la desidia, en la pérdida de fuerza, en la asunción de un papel secundario, en admitir que nuestra dignidad, el respeto, el reconocimiento profesional, tienen que importar más allá de los desahogos de café, de pasillo, los lamentos y agachar la cabeza en señal de sumisión. De no ser así, permitimos por omisión la proliferación de políticos, administradores, estructuras directivas que hacen y deshacen, controlan nuestras vidas profesionales, premian o castigan a su antojo, y cada vez con más frecuencia con cómplices entre nuestros propios compañeros.

A la vista de esto, no es extraño que seamos sumisos, que no reaccionemos, que olvidemos que cuidarse a sí mismo es la primera de nuestras obligaciones, que trabajar con dignidad, con el respeto y el reconocimiento de quién nos dirige, es la base para ejercer los cuidados a los demás en unas condiciones optimas. Sentirse cansado, descuidado, nada reconocido, “mecanizado”, hace que no solo estemos mal cuidados, sino también que los pacientes se vean seriamente perjudicados.

Seamos egoístas por una vez y pensemos en nosotros mismos, no te preguntes qué hacen por mí, sino pregúntate que puedo hacer por mí mismo. Las organizaciones profesionales deben ayudarnos a encauzar, legitimar, organizar y dirigir las demandas, pero ello solo será posible si todos los profesionales defienden su ejercicio en primera persona.

Es imprescindible implicarse, participar y apoyar a las organizaciones profesionales que nos representan. Sindicato profesional, colegio de médicos y sociedades científicas deben ser garantes de nuestros derechos como profesión, nuestros derechos laborales y de acceso a la investigación, docencia, formación, etc.

Es importante que participemos activamente en las elecciones para determinar quién nos representa, quienes dirigen las organizaciones profesionales, demostrar que tienen un apoyo mayoritario y no testimonial con bajas participaciones en las elecciones. Unas organizaciones profesionales con amplio respaldo serán respetadas por su fuerza y no solo por la “representación formal” que conceden las leyes y normas.

Termino con esta otra frase de Horace Smith: “la caridad comienza por nosotros mismos, y la mayoría de las veces acaba donde empieza”. Hagamos que no sea sí, cuidémonos y cuidemos nuestras instituciones.

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