No soy lo bastante iluso ni lo bastante vanidoso como para creer que mi incansable machaqueo sobre la
situación post-covid de la Atención Primaria haya tenido la menor influencia en el oleaje que se ha agitado últimamente respecto a la
atención sanitaria y las
listas de espera. Ni tampoco lo bastante ingenuo como pensar que en esa marejada no hayan soplado vientos espurios como la política, los intereses particulares de aspirantes a la
solidez del funcionariado o la ignorancia de algunos sectores populares sobre cómo ha funcionado el
sistema de salud español y cómo llegó a ser uno de los mejores del mundo.
A esto último puedo añadir una anécdota personal, cuando en una manifestación se me ocurrió preguntarle a una señora de mediana edad y aspecto nada revoltoso por qué estaban allí. “Porque no queremos que nadie haga negocio con nuestra salud”, fue su respuesta. Y la mía: “Señora,
¿qué le interesa de su salud, quién haga negocio o que se la traten de la mejor manera?”. Ahí se descolocó la buena mujer, pero finalmente se reafirmó por peteneras: “Por eso, para que nadie haga negocio”. Y a continuación me soltó el nombre de un hospital donde habían tratado de diez, en lo sanitario y en lo humano, a una pariente suya. Opté por agradecer y retirarme. Esquivé prudentemente la tentación de contestarle que precisamente ese hospital que me acababa de citar era un
hospital de gestión privada. No hubiera servido más que para aumentar la altura de las olas.
"La sanidad del pueblo no es una opción política. Es el primer deber del Estado"
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Y hay motivos de mayor calibre si se quieren aumentar. ¿Han reparado en la
inundación de oposiciones que se vienen dando últimamente para cubrir vacantes, cuyos interinos tienen doce, trece, quince años o más en ese trabajo o en trabajos similares? Por muy brillantísimos que sean los opositores novatos, ¿creen que sabrán hacerlo mejor? Y no hablemos de
médicos especialistas con miles de intervenciones a sus espaldas, que para conservar su puesto han tenido que examinarse con tribunales que probablemente sabían la mitad que ellos de su especialidad. Y además, en una
situación patente de escasez de personal. ¿Por qué no hacen las oposiciones para aumentar las plantillas en los necesarios y no para eliminar trabajadores que han demostrado prolongada competencia en sus desempeños, a los que
deberían pasar de contratados a definitivos por elemental justicia? Está sucediendo también en muchos otros sectores. En enseñanza con los profesores, en el personal administrativo… Ruego a los que saquen respuestas y conclusiones lo hagan bajo su responsabilidad exclusiva y no piensen que quiero esparcir algún tufo que podría desprenderse de esto, porque ello nos llevaría a la política y ésa es la que quiero obviar.
Aunque no resulta fácil cuando se respira
clima preelectoral por todos los barrios. Llama la atención que esta marejada haya intentado precisamente inundar Madrid, que es una de las mejores, como
Galicia o
Asturias, en cuanto a porcentajes de listas de espera, siempre detrás del inevitable número uno, el
País Vasco. ¿Alguien puede comparar esta manifestación y su eco en medios, redes, influyentes sociales, con las que ha habido en
Castilla-La Mancha,
Aragón,
Cataluña… si es que las ha habido?
La descomposición de Primaria rebota en las urgencias hospitalarias
Por eso he optado por retirarme a mis papeles recientes sobre la situación de la
Atención Primaria y compararlos con opiniones de profesionales de la sanidad que, ésas sí, me merecen una gran respeto. La descomposición de la Primaria rebota directamente a las
urgencias hospitalarias, a las que oprime y satura. Basta dar una vuelta por algunas salas de espera de urgencia y ver que lo que encontramos allí no es lo que encontrábamos años atrás:
infartados,
hemorragias, coma diabético,
insuficiencia respiratoria, politraumatizados… Haberlos haylos, pero con una notable presencia de otras patologías que más hacen recordar el
ambiente de un ambulatorio. Y cuando la urgencia se siente asfixiada comienza a
derivar a especialidades y la bola se hace cada vez más gorda. Así que vuelvo a mi revisión:
“Vuelvan a la Primaria donde estaba, con su teléfono que te atiende y te da cita, tu médico de familia que te ve cara… “ (Abril 2021)
“… La Primaria está cerrada. Y mal cerrada. Hay que reabrirla YA” (Abril 2021)
“
Señora ministra de Sanidad, le ruego inicie una acción inmediata y acelerada contra las inadmisibles listas de espera… La especialidad líder en la última encuesta de satisfacción del usuario ha sido la Atención Primaria… Los pacientes de mayor edad quieren
volver a ver, cara a cara, a su médico y a su enfermero” (Mayo 2021)
“
Señora Ayuso: reabra urgentemente la primaria. Pocos han rendido el servicio de los
médicos de familia a la hora de desasosegar y orientar al ciudadano en la crisis… Con sus precauciones, pero reabra los ambulatorios YA” (Marzo 2022)
“Gozando aún de cierta juventud, tuve la oportunidad de participar en algún estudio sobre
telediagnóstico y
teleprescripción… Pero fue abandonado porque el progreso no consistía en ver la cara al médico por la tele, sino en
hacer llegar la atención médica a todos” (Marzo 2022)
“Por enésima vez vuelvo a proponer que se recupere la Primaria. Que los enfermos sean de nuevo atendidos por su médico y su enfermero” (Julio 2022)
“…Demasiados días para un pueblo que nunca se distinguió por su memoria. La
epidemia está superada, sus muertos incinerados y pelillos a la mar” (Octubre 2022)
Los muertos y el desbordamiento del desastre que causó, en la primera arremetida del/la covid, el priorizar la agenda política sobre la acción sanitaria están ya (creo) en el olvido. El deterioro de muchos servicios de atención al usuario (públicos y privados) que causaron las subsiguientes restricciones permanece hoy con inconfesables intenciones de cronificarse, nacidas de
intereses materiales. Pero la Primaria no se puede admitir entre ellos o se producirá un
nuevo desastre sanitario aun mayor.
Vuelvo a confesar mi escepticismo respecto a la influencia que mi clamor pueda tener en los responsables de estas decisiones. Por eso
solicito el clamor de todos. Pero apúntenlo bien al objetivo. No sea que los de los vientos espurios intenten hacerles soplar en favor de sus lucros personales. La
sanidad del pueblo no es una opción política. Es el primer deber del Estado.