Cuando realizamos encuestas o, simplemente, preguntamos a los pacientes y a la población en general qué opinión tienen de su enfermera de familia, todos destacan el papel fundamental que estas profesionales desempeñan en su vida. La inmensa mayoría de los ciudadanos se refiere a ‘cuidados’, ‘acompañamiento’, ‘guía en su salud’, ‘atención cercana y humana’. Sin embargo, lo que la inmensa mayoría no sabe es que la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria no está plenamente desarrollada en España de forma homogénea, ni mucho menos, está incorporada en la Comunidad de Madrid, donde muchos de nuestros compañeros llevan reivindicándola desde hace más de 10 años.
Las consecuencias de esta falta de especialistas es no permitir dar más y mejores respuestas a las necesidades de los pacientes, de los profesionales y del conjunto del sistema sanitario. Algo que ni es justo ni aceptable. La Atención Primaria es el eje del sistema sanitario, por cuanto que es la vía de acceso al sistema y el lugar donde se hace un seguimiento al paciente- y a la población en su conjunto- durante toda la vida. Y es precisamente aquí donde el papel de la enfermera familiar y comunitaria cobra especial relevancia porque las enfermeras son el catalizador de los cuidados generales y específicos para cada paciente. Y hoy aún se sigue desaprovechando todo su potencial asistencial.
Es aquí donde la planificación y la priorización de los cuidados cobra todo el sentido. Sobre todo, cuando nuestra sociedad es cada vez más longeva, con más patologías crónicas, más dependiente y, por lo tanto, más vulnerable.
Una circunstancia que también debería hacer reflexionar a quien toma las decisiones sobre la falta de integración de un concepto de cuidado de salud sociosanitario, donde la enfermera familiar debería ser el profesional sanitario de referencia para gestionar y coordinar la atención de los cuidados entre el ámbito sanitario y social y, al mismo tiempo, conseguir el desarrollo efectivo y de calidad de la promoción de salud, la atención familiar y la participación comunitaria.
Si hablamos del ámbito profesional, el no desarrollo pleno de la profesión supone un desperdicio de recursos enfermeros y una pérdida de todo el potencial de las enfermeras especialistas para atender las necesidades de cuidados de nuestra sociedad. En lo que respecta a la Comunidad de Madrid, seguimos sin tener bolsa de contratación, concurso de traslados y concurso-oposiciones específicos en Atención Primaria. Algo que sería lógico para incorporar a estas especialistas en el puesto que les corresponde.
A esta situación hay que añadir el elevado retraso en el acceso a la prueba de evaluación de la competencia por la vía excepcional, situación que provoca una gran incertidumbre en miles de profesionales, además del perjuicio económico que supone que estas enfermeras no tengan reconocida su especialidad en su puesto de trabajo, como sí existe en otras especialidades.
Todas estas circunstancias generan desmotivación entre las enfermeras por la falta de expectativas, porque siguen sin ver reconocido el valor del esfuerzo logrado en sus años de formación y trabajo asistencial, lo que facilita el éxodo a otras Comunidades Autónomas donde sí ven reconocida su especialidad.
Al mismo tiempo, hay que señalar que no desarrollar plenamente la especialidad que nos ocupa, significa un aumento de gasto y falta de planificación y coordinación en el sistema sanitario. Además de incrementar la desigualdad en la atención y reducir la calidad de los cuidados, no aprovechar el potencial asistencial de las enfermeras especialistas, a las que cuesta mucho tiempo, esfuerzo y dinero formar y que no se les permite trabajar, supone un fraude de los recursos empleados. Uno de los ejemplos más evidentes de esta falta de desarrollo es la ausencia aún de la acreditación para la prescripción enfermera en la Comunidad de Madrid. Es inaudito que la enfermera no pueda proveer de todo lo necesario para el cuidado a sus pacientes cuando, además de estar plenamente capacitada para ello, esto supone un incremento de consultas y una pérdida de tiempo.
En definitiva, y como ocurre en tantos otros aspectos relativos al desarrollo de la profesión enfermera, nos topamos de bruces con que la realidad va por un lado, y las decisiones, por otro. El sistema sanitario, los pacientes y la población cuenta con unas profesionales plenamente capacitadas a nivel académico y asistencial que sigue sin tener reconocidas sus plenas capacidades, a nivel profesional, asistencial, retributivo y social. El desarrollo pleno de la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria es urgente. No podemos, no debemos y no queremos esperar más.