Aristóteles afirmaba que
la esperanza es el sueño del hombre despierto, como una visión utópica de algo en un futuro cercano, pero, sobre todo, de su capacidad y determinación para alcanzar sus propios sueños e ilusiones. Yo como la mayoría, sino todos los humanos,
estoy harto de lo que algunos políticos han acabado llamando una “nueva normalidad”, normalidad anormal totalmente distorsionada de la existente antes del brote de
coronavirus en Wuhan en diciembre del 2019 y tenemos el sueño y la ilusión de poder acabar con este coronavirus cuanto antes.
Sueños e ilusiones que solo son conceptos o imágenes que surgen por la imaginación o a través de un engaño de los sentidos, por una distorsión de la percepción, pero que no tienen una verdadera realidad.
La mayoría de las veces son una mera ilusión, una esperanza que no tiene fundamentos, de ahí que para Nietzche la esperanza era el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre. Pero voy a seguir soñando en base a la libertad y pensar en positivo haciéndome eco de las palabras de Platón “la libertad consiste en ser dueños de la propia vida”.
¿Podremos erradicar este coronavirus SARS-CoV-2 con todas sus mutaciones?
Hay que tener
esperanza y ser positivos. Apoyémonos como Kant en un fundamento filosófico para la esperanza, y no deleguemos en principio ni en la razón, ni en la moral, sino en la posibilidad de ofrecer una vía de escape a los problemas que tiene la humanidad en este momento y tratar de descubrir en esta pandemia alguna intención oculta de la “Naturaleza” como pueda ser paradójicamente el progreso humano.
De entrada, hay coronavirus como los alfacoronavirus HCoV-229E y HCoV-NL63 y los betacoronavirus HCoV-OC43, y HCoV-HKU1
que ya se han “domesticado” causando solamente infecciones del tracto respiratorio superior leves. Seamos inteligentes y que los árboles no nos impidan ver el bosque. Estudiemos más a fondo estos coronavirus para ver si podemos encontrar alguna pista que nos ayude a entender más estos otros coronavirus potencialmente más letales.
Erradicar y eliminar este coronavirus de la faz de la Tierra, aunque es difícil por sus características bioquímicas estructurales,
si actuamos con inteligencia no es imposible. Pero por lo menos lo que si creo por varias razones intrínsecas al propio coronavirus, y además de acuerdo a la evolución de las especies, es que lo podremos llegar a “domesticar” como los anteriores, para que
cohabite pacíficamente entre nosotros, y esto afortunadamente sin necesidad de mucha actuación directa coordinada por parte de la raza humana.
De hecho, existen antecedentes
. El SARS-CoV se logró erradicar y el Mers-CoV, aunque no se ha erradicado todavía, no ha vuelto a infectar. Todo esto se ha logrado de manera innata, casi sin participación humana, debido sobre todo a características propias de esos coronavirus como fueron su elevada mortalidad y su corto período de tiempo de incubación, lo que implica una menor capacidad de transmisión que el actual.
En principio este nuevo SARS-CoV-2 es extraordinariamente eficaz a nivel de transmisión entre humanos probablemente debido a su tiempo de incubación asintomático que es muy largo (14 días), y mucho más en pacientes inmunodeprimidos, con cáncer y trasplantados, lo que le proporciona una gran transmisibilidad y poder infectante. Además, este coronavirus actual, incluso por lo que parece en esta nueva variante de preocupación Ómicron,
presenta una tasa de letalidad estimada menor del 4%, mucho menor que la de SARS-CoV y MERS-CoV con tasas de letalidad del 9,6% y 34,5% respectivamente.
"El SARS-CoV se logró erradicar y el Mers-CoV, aunque no se ha erradicado todavía, no ha vuelto a infectar"
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Estos datos son importantes a la hora de predecir su evolución natural ya que si hacemos caso a las teorías de la evolución de las especies y de los seres vivos y vegetales, bien mediante tanto
la teoría “Lamarckista” basada en la herencia de los caracteres adquiridos como mecanismo genéticamente viable, bien bajo la teoría Darwiniana y de Wallace basada en la selección natural mediante la supervivencia de los mas aptos, e incluso con la teoría sintética evolutiva, y la armonización del seleccionismo de Darwin junto con la pura genética Mendeliana, nos encontramos ante una nueva cepa de coronavirus, que ha evolucionado mucho durante un largo período de tiempo,
posiblemente alojado en un paciente inmunodeprimido infectado por VIH de África.
Este Ómicron
es un virus con múltiples mutaciones y que en poco tiempo está siendo ya el dominante a nivel mundial (actualmente más del 75% de los últimos genomas secuenciados son de la nueva variante). Es un virus con un gran poder de transmisión e infectividad y en principio no muy elevada mortalidad lo que le permite seguir mucho tiempo en el huésped humano y replicarse, ya que si bien la mayoría de las personas eliminan el SARS-CoV-2 de sus cuerpos en un corto período de tiempo,
los estudios realizados han determinado que el virus puede persistir durante mucho más tiempo en personas con sistemas inmunológicos debilitados como son los receptores de trasplantes de órganos y los pacientes con enfermedades como el VIH o cáncer.
Este es un virus con unas características especiales con múltiples cambios de aminoácidos que presumiblemente a nivel de evolución genética le puede hacer durar mucho tiempo e incluso
llegar a adaptarse al ser humano.
Este viernes 24 de diciembre, las Comunidades Autónomas habían notificado al Ministerio de Sanidad 72.912 nuevos contagios por Covid-19 en las últimas 24 horas, lo que implica una incidencia acumulada que alcanzaba su máximo histórico y se situaba en
911 casos por 100.000 habitantes con 82 muertes. En franjas de edad, el grupo que presenta mayor incidencia de contagios es el de 20 a 29 años, con una incidencia de 1.429 casos por 100.000 habitantes. Los mayores de 80 años cuentan con el dato más bajo: 285 casos por 100.000 habitantes. A nivel de hospitalizaciones, había 7.924 pacientes hospitalizados por Covid-19, de ellos en las UCI 1.515 casos, lo que implica una tasa de ocupación de camas por coronavirus del 6,40% y de camas de UCI del 16,27%.
Si comparamos los datos entre la tercera ola y ésta sexta ola, según datos de la Viceconsejería de Asistencia Sanitaria y Salud Pública de la Comunidad de Madrid,
en la tercera ola sin vacunación, ingresaban el 20% de los infectados en planta y el 2,8% en UCI, y en esta sexta ola, con más del 90% de vacunación completa, ingresan
solamente el 2% de los infectados en planta y el 0.2% en UCI, una diferencia 10 veces menor. Esto es un dato alentador, no obstante, la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) considera «altamente preocupante» la situación epidemiológica y, concretamente la ocupación en las UCI, señalando que los ingresos por Covid-19 se han triplicado en las últimas cuatro semanas y advierten de que el 80% de estos pacientes precisarán ventilación mecánica invasiva con una estancia media de tres semanas.
En este momento,
a nivel científico, es todavía muy pronto para saber cómo va a evolucionar esta nueva cepa y su virulencia. Se precisan todavía algunas semanas más antes de poder valorar los datos epidemiológicos y poder emitir un juicio de valor acerca de la gravedad de la enfermedad. No obstante, los datos clínicos preliminares generan esperanzas ya que afortunadamente parece ser que afecta más a nivel bronquial que pulmonar. En estos momentos se sabe que esta variante Ómicron tiene mayor transmisibilidad y es más contagiosa, y se está analizando a través de las manifestaciones clínicas de los pacientes infectados, si causa una enfermedad grave con afectación pulmonar severa como las anteriores variantes o si por el contrario la sintomatología es mas leve actuando más específicamente a nivel bronquial. También se está estudiando si tiene un impacto negativo o no en la eficacia de las “vacunas” existentes.
"En Ómicron, las células T, que reconocen y destruyen las células infectadas en el cuerpo, funcionan al parecer mejor"
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Los datos de laboratorio ofrecen un poco más de “incertidumbre” puesto que, según datos de los hospitales de Sudáfrica, por un lado, se ha demostrado que los anticuerpos resultantes de la vacunación o la infección
pierden la mayor parte de su poder contra esta variante Ómicron, pero, por otro lado, se ha comprobado que otra defensa del sistema inmunológico,
las células T, que reconocen y destruyen las células infectadas en el cuerpo, funcionan al parecer mejor.
En nuestra contra tenemos que la inmunidad que necesitamos para protegernos frente a este virus es una inmunidad de mucosas que es de corta duración, a diferencia de la inmunidad sistémica, que dura mas de 30-40 años. En nuestra contra también tenemos que debido al elevado número de mutaciones sobre todo las
32 mutaciones en la proteína S pico de esta variante Ómicron, potencialmente puede escapar a la acción atenuante en relación con la infección y carga viral del conjunto de estas llamadas “vacunas” Covid actuales, tanto las de mRNA (Moderna y Pfizer) como las de vectores adenovíricos (AstraZeneca y Janseen).
Sabemos que
este virus SARS-CoV-2, al igual que los anteriores SARS-CoV y MERS-CoV, es capaz de alterar el sistema inmunológico provocando una desregulación inmunitaria de la respuesta tanto la innata como la adaptativa.
Este virus SARS-CoV-2 altera el sistema inmunológico innato activando unas proteínas especificas y desencadenando una tormenta de citocinas con niveles muy elevados en sangre de interleucinas ( IL-6, IL-1B, IL-8, IL-12 y TBF- ), interferón tipo I (IFN-I), y CRP en los pacientes más graves, desarrollando una híper inflamación exacerbada con síntesis de fibrina que provoca trombos, con una extravasación sanguínea y afectación a nivel cardiaco y pulmonar que acaba en un síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) en la mayoría de las ocasiones mortal.
Este
SARS-CoV-2 también altera el sistema inmunológico adaptativo con una marcada linfocitopenia (sobre todo de linfocitos T, componentes clave de la inmunidad adaptativa a largo plazo). Linfocitopenia originada por quimiocinas como la CXCL9 y CXCL10 que guían a los linfocitos T desde la sangre hacia los tejidos infectados por el virus.
Debemos de confiar, en el conocimiento clínico adquirido y en el aprendizaje de estos casi dos años de pandemia para poder hacer frente a esta y a nuevas variantes.
Debemos de confiar en la capacidad logística y de producción de las multinacionales biotecnológicas farmacéuticas para producir nuevas “vacunas” de una manera rápida. Debemos de confiar sobre todo en el desarrollo avanzado de nuevos tratamientos adicionales como los anticuerpos monoclonales que son otra de las esperanzas para evitar una sintomatología clínica grave en presencia de este virus.
Hay que huir de la política, dejándola a un lado totalmente marginal y centrar de una vez por todas un debate a nivel nacional científico y serio, de una manera global. Esto es lo que realmente se necesita en una pandemia como ésta con un virus que muta de manera impredecible, y sin avisar, y para el que todavía no hay ni tratamientos específicos ni una vacuna efectiva, que prevenga y evite la infección de una manera real, aunque estas vacunas experimentales actuales parece que actúan de manera parcial disminuyendo los ingresos hospitalarios por causas severas y la mortalidad.
Lo que si parece a nivel conceptual es que estamos ante una variante más transmisible que las anteriores. Hagamos caso del aprendizaje de estos casi dos años de pandemia. Situémonos en el peor de los escenarios, y ya que tenemos el conocimiento, y disponemos de la capacidad logística y de producción suficiente para en un período corto de tiempo poder disponer de nuevas vacunas específicas contra esta variante hagámoslas cuanto antes y
dejémonos de continuas y repetidas dosis de recuerdo de “vacunas” realizadas con información genética de antiguas variantes.
Aunque desde un punto de vista científico en este momento es imposible saber cómo va a evolucionar esta cepa y su virulencia, y todavía no se ha podido demostrar que
Ómicron sea capaz de escapar a las vacunas actuales y que sea capaz de provocar la enfermedad de forma severa en los modelos animales, debemos de confiar en el conocimiento clínico adquirido para hacer frente a esta y a potenciales nuevas variantes.
"Dejémonos de continuas y repetidas dosis de recuerdo de 'vacunas' realizadas con información genética de antiguas variantes"
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Sigamos
preparándonos y anticipémonos a las circunstancias. Necesitamos del desarrollo de biomarcadores más específicos, (se están estudiando la bradicinina y el ácido hialurónico), además de la elevación de los monocitos y neutrófilos en sangre periférica y las interleucinas IL-6 y TNF-, que nos puedan indicar con anterioridad el curso de la enfermedad y el pronóstico para poder anticiparnos y tratar a estos pacientes de manera preventiva.
Sigamos las recomendaciones del Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC) que nos avisó en su momento de que
es muy probable que la variante Ómicron cause más hospitalizaciones y muertes que la Delta y es prioritario utilizar adecuadamente las mascarillas, reestablecer el teletrabajo, evitar las aglomeraciones en los espacios públicos, reducir las aglomeraciones en el transporte público, permanecer en casa cuando se está enfermo, mantener las medidas de higiene de las manos y de las vías respiratorias y garantizar una ventilación adecuada en los espacios cerrados.
No hay que bajar la guardia y seguir con las medidas de protección. Mientras tanto,
hay que seguir trabajando en una vacuna universal real y efectiva, con protección tanto individual como colectiva de manera que actúe previniendo la infección y la enfermedad clínica, y evitando la transmisión, los tres puntos clave de una vacuna real. Una vacuna que provoque una respuesta inmune rápida y robusta.
Una vacuna que induzca una memoria humoral y celular a largo plazo de manera permanente evitando reinfecciones. Una vacuna que reduzca o elimine la replicación viral. Una vacuna que induzca una sólida inmunidad tanto mucosa como sistémica a muy largo plazo. En definitiva, una vacuna que sea segura, y posible de administrar en todas las edades, así como en embarazadas y en pacientes inmunodeprimidos con cáncer y trasplantados.
No nos durmamos en los laureles. Hay que seguir realizando profundos estudios e investigaciones, muchos de ellos basados en los conocimientos adquiridos de otras epidemias provocadas por otros virus de la misma familia, como el SARS-CoV y el MERS-CoV.
Hay que seguir estudiando y buscando moléculas y proteínas específicas causantes de los mecanismos de infección y que pueden constituir posteriores dianas terapéuticas. Hay que realizar estudios sobre la eficacia de la inmunidad inducida y la evolución y resultados de los nuevos tratamientos desarrollados y de las vacunas, en la actualidad en evaluación experimental. Estudios que deberían de ser coordinados, no solo a nivel individual en los diferentes Estados Miembros de la Unión Europea, sino de una manera global a un nivel supranacional. En definitiva, necesitamos mucha más ciencia y menos política.