Este
tercer coronavirus del siglo XXI, el SARS-Cov-2, con su aparición repentina e inesperada en
Wuhan, China, en diciembre del pasado año,
ha llevado a toda la población mundial a un escenario de una pandemia letal, con un total,
a fecha de 15 de abril, de 2.073.211 casos registrados y documentados, reportados en el
portal de estadísticas Worldometer, portal que muestra información con métricas y estadísticas en tiempo real del
estado de la epidemia a nivel mundial.
Este virus, que según la
Organizaciónn Mundial de la Salud (OMS), tiene una
tasa de mortalidad 10 veces superior a la de la gripe normal, lleva “registrados”
133.870 muertos a nivel global. Este virus, además, por sus
características de reproducción y propagación global rápida, ha saturado los sistemas sanitarios de prácticamente todos los países, incluso los más desarrollados, y ha enlentecido de una manera brutal la economía y la actividad empresarial, provocando asimismo una paralización de la actividad social y educativa de forma generalizada.
En nuestro país, de acuerdo, a la actualización de los datos consolidados a las 21:00 horas del 14 de abril de 2020, publicados por el
Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad del Gobierno de España, hasta el momento actual se han notificado un total de 177.633 casos confirmados de COVID.19, con 18.579 fallecidos y 70.853 pacientes curados.
Esto supone, según las estadísticas publicadas, 4.978 casos infectados nuevos, 523 fallecidos nuevos y 3.349 curados nuevos, todos ellos, según datos del Ministerio, notificados en las ultimas 24 horas, siendo las Comunidades Autónomas con una mayor incidencia acumulada en los últimos 14 días, por orden de mayor a menor,
La Rioja,
Castilla-La Mancha,
Comunidad de Madrid, y
Castilla y León.
En base a los datos reportados y analizados del registro oficial de los 122.797 casos notificados con información completa disponible de edad y sexo, tipo de ingreso, tipo de cama necesaria, y de resultado (curación o mortalidad) de los afectados,
se puede apreciar que, por rangos de edad:
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Los menores de 20 años, han sido un total de 1.064 casos confirmados infectados, con 269 hospitalizados (25,2 por ciento de los casos confirmados), de los cuales 26 de ellos requirieron UCI (9.6 por ciento de los casos), y con solo 2 fallecidos (0,18 por ciento de mortalidad).
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En el rango de 20 a 39 años, hay reportados 18.046 casos infectados confirmados, con 3.333 casos hospitalizados (el 18,4 por ciento de los casos), y de estos, 222 casos requirieron ingreso en UCI (6,6 por ciento de los casos hospitalizados), con un total de 52 fallecidos (0,28 por ciento de mortalidad).
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En el rango de edad de 40 a 59 años hay registrados y confirmados 41.232 casos, con 14.479 casos que requirieron de ingreso hospitalario (35,1 por ciento de los casos), de los cuales, 1.371 casos requirieron ingreso en UCI (9,4 por ciento de los casos) y un total de 393 muertos (0,95 por ciento de mortalidad).
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En el rango de edades entre 60 y 79 años el número de casos infectados confirmados y reportados es de 39.179 casos, de los cuales 25.273 requirieron ingreso hospitalario (lo que supone el 64,5 por ciento de los diagnosticados confirmados), requiriendo ingreso en UCI 3.061 casos (12,1 por ciento de los pacientes ingresados y hospitalizados), y con un resultado de 3.520 muertes, lo que supone un porcentaje del 8,9 por ciento de mortalidad, para los pacientes en este rango de edad.
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Por último, en los pacientes con rango de edad mayor de 79 años, se confirmaron y registraron un total de 23.297 casos de los cuales requirieron ingreso hospitalario 13.752 casos (el 59 por ciento de los casos), de los cuales - por diversas razones- que desconozco en profundidad, entre las cuales se incluyen el colapso hospitalario, la falta de planificación y la escasez de recursos tanto materiales como humanos, a solamente 178 privilegiados, se les proporcionó la posibilidad de un tratamiento intensivo en UCI (un escaso 1.2 por ciento de los casos ingresados) siendo la mortalidad final, en este rango de edad, la más elevada con un 24.2 por ciento de mortalidad registrada.
En el portal de estadísticas Worldometer, cuyas fuentes incluyen sitios web oficiales de
Ministerios de Salud y otras instituciones del Gobierno, así como las redes sociales de las autoridades gubernamentales de diferentes países, en la misma fecha reflejan unas estadísticas para España, con datos paramétricos, que reflejan igualmente un total de 177.633 casos confirmados, que incluye a los 88.201 casos todavía activos, es decir pacientes pendientes todavía de un resultado final definitivo a su proceso, y a los fallecidos y a los hipotéticamente “recuperados” o dados de alta hospitalaria con o sin tratamiento domiciliario (la estadística no especifica si están ingresados o con tratamiento en casa).
"A pesar de tantos datos estadísticos, no sabemos realmente cuántas personas se infectaron, ni cuantas personas realmente han muerto, ya sea a consecuencia directa del virus y de la enfermedad o de manera indirecta por acción del colapso sanitario"
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En estas estadísticas, al igual que en las ofrecidas por el Ministerio de Sanidad,
no están recogidos, ni los casos asintomáticos, ni aquellos con sintomatología leve que no acuden a urgencias o que acudiendo, sin patología pulmonar evidenciada que requiera en ese momento de
oxigenoterapia, ni son diagnosticados, ni ingresados, lo cuál altera y quita validez a los resultados estadísticos reportados, en relación tanto al
número reproductivo básico (R0) – promedio de casos secundarios de una enfermedad causada por un caso primario- como a la tasa de crecimiento, que indica el incremento porcentual medio de casos), y a la tasa de mortalidad.
Todos, datos de gran relevancia en un estudio epidemiológico en caso de epidemia o pandemia como el actual.
Estas estadísticas indican además un dato muy importante que hay que tener en cuenta, dato no reflejado directamente en el portal del Ministerio, como es
el total de 7.371 casos en estado grave o crítico (lo que representa un 8.3 por ciento de los activos), de resultado incierto, no previsible hasta la finalización del proceso hospitalario y que puede derivar en un incremento muy significativo de la mortalidad.
Al ver estas cifras numéricas y datos estadísticos, que superan con creces a las registradas por las anteriores infecciones por coronavirus, me planteo dos grandes “reflexiones”.
La pandemia del coronavirus SARS-2 es más peligrosa y devastadora
La primera es que aunque la
epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Severo del 2002-2004, producida por el SARS-CoV y que afectó oficialmente a 5.327 casos, con una tasa promedio de mortalidad global superior al 13 por ciento de los casos, o como la epidemia del
Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, que desde 2012 hasta el 30 de septiembre de 2019, causó el MERS-CoV, y que afectó oficialmente a 2.468 casos, de los que 851 fueron mortales, todos ellos casos confirmados mediante pruebas de laboratorio y notificados a la OMS, y que suponen, según estos datos, un 34 por ciento de mortalidad,
esta pandemia actual del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, es mucho más peligrosa y devastadora, tanto en numero total de casos confirmados y reportados, como también en numero global de fallecidos, aunque al parecer tenga una menor tasa de mortalidad global (10.4 por ciento de tasa de mortalidad hasta el momento actual).
A pesar de tantos datos estadísticos,
no sabemos realmente cuántas personas se infectaron,
ni cuantas personas realmente han muerto, ya sea a consecuencia directa del virus y de la enfermedad o de manera indirecta por acción del
colapso sanitario producido por el coronavirus.
Sabemos por los registros y estadísticas de mortalidad que recogen todas las muertes ocurridas en una zona y son una fuente de datos exhaustiva y universal, y por ello es un instrumento clave en la planificación de las actuaciones en salud, que
hay muchas más muertes que las reportadas, muertes de personas que no han recibido asistencia sanitaria, sobre todo de ancianos recluidos en las residencias de la tercera edad, a los que no se les ha hecho un
test de confirmación del coronavirus, y otras muchas personas también muertas, a consecuencia del
cese de actividad programada de tanto miles de pruebas médicas diagnósticas, como de intervenciones quirúrgicas y procedimientos terapéuticos aplazados, originado todo ello por el caos y el colapso sanitario creado, derivado de la
mala planificación y gestión del Gobierno, entre otras cosas por la
no utilización y desprecio a la potencial utilización de las múltiples camas tanto de UCI como normales vacías del entorno privado, camas puestas a disposición del gobierno central desde el inicio de la pandemia y rechazadas. Muertes por las actuaciones y mensajes contradictorios e ineficiencia e irresponsabilidad del Gobierno central, en la adquisición rápida y eficaz de los recursos materiales sanitarios inexistentes todavía en el momento actual.
Descripción estadística de la tasa de mortalidad
Por todo ello
se necesita saber con más exactitud cuántas personas se infectaron, para poner realizar una descripción estadística de la tasa de mortalidad y aunque es tentador estimar la tasa de mortalidad o letalidad dividiendo el número de muertes totales acumuladas conocidas, por el número de casos confirmados, este número resultante, sin embargo, no representa la verdadera tasa de mortalidad ya que está totalmente “contaminado” por órdenes de magnitud, al
no contabilizarse ni los casos leves asintomáticos o con poca sintomatología, ni los casos no reportados – por ejemplo las muertes de personas en las residencias de ancianos-, ni los muertos extrahospitalarios, no diagnosticados, al no habérseles hecho previamente una prueba con la técnica molecular del RT-PCR (reacción en cadena de la polimerasa).
Además, estas estimaciones de la tasa de mortalidad, deben de realizarse con mucha precaución,
para no crear alarma social, ya que puede estar sobredimensionada al no contabilizarse casos positivos no diagnosticados, o en su defecto infravalorarse al no haberse finalizado todos los procesos y no saber de antemano cuál va a ser el resultado final, si la curación o fallecimiento de los 7.371 casos reportados en estado grave o crítico hasta el momento actual, desconociéndose realmente el espectro completo de la enfermedad.
Esta tasa de mortalidad, que
representa la proporción de casos que eventualmente mueren de una enfermedad, estimada mediante datos agregados de casos y muertes en un periodo puntual temporal, es imposible de realizarse con un cierto grado de credibilidad y de utilidad práctica. Tasa de mortalidad, que por otra parte
es uno de los datos epidemiológicos más importantes a determinar durante un brote de un agente infeccioso nuevo o emergente como es el actual SARS- Cov-2, para poder saber y poder predecir cuál es la tasa de mortalidad, la proporción de casos que eventualmente pueden morir de la enfermedad, y que depende directamente de la carga vírica, de los métodos y medios de prevención de contagio adoptados y del (R0), es decir de la
intensidad de la transmisión y contagio de la enfermedad.
Dada la importancia de estimar correctamente la tasa de mortalidad (Tasa de mortalidad = (número de muertes / número de casos) = probabilidad de morir si está infectado por el virus (%)), es preciso conocer como esta probabilidad difiere según el grupo de edad, y según la existencia o no de comorbilidades asociadas.
No es lo mismo la mortalidad considerando que ha estado infectada tan solo un 0.37 por ciento de la población, como ahora nos quieren hacer creer, o si hubiera sido el 10 por ciento o más, como posiblemente haya sucedido en realidad.
Ante epidemias y pandemias, mejor estudios estadísticos no paramétricos
Todos estos estudios estadísticos descriptivos y paramétricos realizados, tienen una validez limitada y meramente descriptiva.
Durante un proceso epidémico o pandémico, es más conveniente realizar estudios estadísticos no paramétricos, mediante las
curvas de supervivencia de Kaplan-Meier, con análisis de determinación de la sensibilidad de las estimaciones, en lugar de los estudios que se están realizando por medio de simples métodos paramétricos, de poca utilidad práctica a nivel clínico para valorar el impacto y la efectividad de los diferentes tratamientos en los estadios avanzados de una enfermedad y sin valor para una proyección predictiva.
Este punto
es de una importancia crucial en la evaluación a corto, medio y largo plazo de una enfermedad como esta, con potenciales tratamientos alternativos y sobre todo vital en estos casos de epidemias o pandemias originadas por agentes patógenos desconocidos con alto poder contaminante y alto poder letal. En una epidemia,
al no disponer de tiempo para poder realizar tratamientos randomizados, la evaluación del tratamiento se debe de basar en la evaluación de la disminución de la tasa de mortalidad. Por lo tanto, las estimaciones inexactas de la tasa de mortalidad pueden afectar de manera muy negativa en las decisiones terapéuticas adoptadas para la realización de protocolos clínicos de actuación rápida.
Como vemos, todavía en el momento actual, con 177.633 casos confirmados de COVID.19, y con 18.579 fallecidos (en el momento de escribir este artículo), en base a los datos estadísticos paramétricos de los que disponemos,
no podemos afirmar cuál es actualmente y cuál será en el futuro la tasa de mortalidad general y por rangos de edad ocasionados por esta enfermedad Covid-19 a nivel general y dentro de ella de cada Comunidad Autónoma en particular, ya que
hay que tener mucha precaución en la interpretación de los valores promedios y determinar si estos se basan en datos simples o ponderados, si están afectados por valores extremos o no -outliers- , los valores atípicos numéricamente distante del resto de los datos y valorar la dispersión y distribución de los datos aportados al computo general.
Son necesarios test masivos a la población para realizar estudios fiables
Para poder realizar estudios estadísticos fiables,
es necesario realizar de una vez por todas, estudios masivos de la población mediante pruebas con la técnica molecular del RT-PCR (reacción en cadena de la polimerasa), test en los que se detectan fragmentos del material genético del virus. En concreto, esta técnica con una alta especificidad y sensibilidad se encarga de localizar y amplificar un fragmento del ARN del virus, lo que permite detectar la infección en sus primeras fases.
Junto con las pruebas con la
técnica molecular del RT-PCR (reacción en cadena de la polimerasa), hay que realizar también,
determinaciones inmunológicas en sangre, para valorar la presencia o ausencia de inmunoglobulinas como la IgG e IgM encaminadas a poder descubrir la verdadera afectación de la pandemia en la población, siendo estas determinaciones cruciales para poder lograr el control y remisión de la enfermedad.
Solo con este análisis de detección de anticuerpos de forma masiva en la población, se podrá saber realmente cuánta gente ha estado en realidad en contacto con el virus. Se podrá saber en caso de presencia de IgM, que personas están inmunizadas, pudiendo estas entonces incorporarse tranquilamente en la cadena productiva empresarial y de esa manera poder ir iniciando y reactivando paulatinamente la actividad productiva económica e industrial, en estos momentos prácticamente paralizada en muchos sectores.
Es
necesario conocer en cada momento el índice reproductivo básico (R0) de la enfermedad provocada por el coronavirus, buscando que esta cifra se coloque por debajo de la unidad, lo que implicaría que por cada contagio nuevo de Covid-19, ya no se genera otro caso infectado secundario en España, pudiendo certificar una vez acabado los procesos de tratamiento de los pacientes residuales infectados, el cese de la epidemia.
¿Son fiables las estadísticas de España ante el Covid-19?
La segunda reflexión y pregunta que hago en base a todo esto es: ¿Podemos realmente fiarnos de las estadísticas en España? ¿Son estas estadísticas válidas y útiles para algo?
Como vemos,
leyendo por encima las estadísticas, y lo que nos quiere transmitir el Gobierno, podemos llegar a conclusiones falsas como que en la actual pandemia la infección parece ser leve, con la mayor letalidad referida solamente en la población masculina, de edad avanzada y con morbilidades preexistentes como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión y patología respiratoria previa. Pero,
¿podemos creernos las estadísticas “oficiales”?
Mark Twain, en sus Capítulos de 'My Autobiography', publicado en el North American Review en 1907, popularizó una frase que atribuyó -al parecer de forma errónea- al
conde de Beaconsfield y por dos veces primer ministro británico,
Sir Benjamin Disraeli: “
there are three kinds of lies: lies, damned lies, and statistics”, que traducido a nuestra enriquecedora lengua viene a decir: “hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas”,
recalcando con esta frase el empleo del poder persuasivo de los números, y el uso de estadísticas para reforzar argumentos débiles en defensa de algo.
Todos estos días, desde que comenzó la pandemia, nos enfrentamos a una autentica lluvia, un
aluvión diario de resultados estadísticos, muchas veces dispares y contradictorios, lo que, combinado, sobre todo en aquellos, que por desgracia nos hemos visto afectados por la enfermedad, bien directamente o a través de familiares, con las
invencibles dificultades de acceso a los datos clínicos reales, y con la información sesgada, sobre todo de
países con niveles bajos o nulos de credibilidad y de transparencia, todo esto nos ha hecho muy vulnerables a la incertidumbre y a la angustia -por la falta absoluta de información de la evolución detallada de los pacientes ingresados con datos clínicos y analíticos reales- y sobre todo y lo que es peor, mas grave y no tolerable, vulnerables a la manipulación política de los datos, y a las decisiones de gestión totalmente paralizadas.
"La única manera posible de gestionar de forma eficiente una pandemia de la magnitud como esta que nos ha tocado vivir, es mediante la recopilación efectiva de datos reales"
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Todos sabemos que
la única manera posible de gestionar de forma eficiente una pandemia de la magnitud como esta que nos ha tocado vivir, es mediante la recopilación efectiva de datos reales, tanto estructurados como no estructurados, y todo ello de una manera planificada y ordenada, teniendo en cuenta en el análisis y manejo de los datos, ya sea con métodos paramétricos como no paramétricos, que los países son distintos con capacidades y recursos sanitarios, económicos y humanos distintos, motivo por el cual la mortalidad va a ser diferente, a pesar de tratarse del mismo fenómeno el que la causa.
David Spiegelhalter, estadístico y científico británico, profesor de la
Universidad de Cambridge, y miembro del
Churchill College, en una reciente entrevista afirmaba que
las estadísticas pueden llegar a ser tanto o mas manipuladoras que las palabras, ya qué según un estudio de la
Universidad de Cambridge, un 53,4 por ciento de las estadísticas son inventadas. Y no es el primero en verter dichas afirmaciones,
el escéptico historiador del siglo XIX, Thomas Carlyle, despreciaba la estadística por su habilidad para probar cualquier cosa que uno deseara, fuera o no cierta de entrada.
Aunque la estadística es una ciencia objetiva con unos criterios sólidos y matemáticamente establecidos, de entrada, hay que ser escéptico y no creerse nada. En otras palabras,
tenemos que intentar verificar que la fuente citada realmente sea fiable, que sus elementos tengan las proporciones correctas, y que la información que transmite–en definitiva, son solo números- se corresponden realmente con la realidad y los datos no están manipulados ni “maquillados”.
Nos guste o no nos guste, estamos viviendo en una época donde el mundo de los números y las estadísticas nos bombardean a diario, en la política, en los deportes, en la economía, y ahora también en el mundo sanitario. Todos sabemos, y somos conscientes de qué desde sus orígenes, la política, y los que la ejercen,
los gobernantes, intentan justifican sus políticas de acuerdo con números y estadísticas, “camuflando” los datos reales de una manera muy proactiva, ya sea introduciendo “sesgos” o mediante cambios en la forma de tomar e interpretar los datos, con el objeto de maquillar las estadísticas, y que los resultados salgan de acuerdo, a lo previamente esperado.
Con números sobre un papel se puede llegar a demostrar cualquier cosa. Y aunque las estadísticas son herramientas cotidianas en la gestión y
muy útiles para la toma de decisiones si están bien planteadas y protocolizadas, pudiendo ayudarnos a comprender la realidad y la naturaleza de los problemas, tanto de una manera retrospectiva, como también de manera prospectiva, y nos pueden ayudar en la toma de decisiones. No obstante, también es cierto que los datos estadísticos, incorrectamente interpretados, pueden llevarnos a tomar decisiones muchas veces equivocadas.
Hay estadísticas que se construyen deliberadamente manipuladas, con el objetivo de demostrar algo y de conseguir nuestra adhesión o influir en nuestra opinión y en nuestras decisiones -caso de las realizadas en tiempos electorales-, también hay otras, en las que, aunque no sea de una manera intencionada, se presentan errores técnicos de concepción o construcción, así como también hay otras con errores de presentación o con sesgos que inducen a interpretaciones y decisiones equivocadas.
En las estadísticas hay que distinguir muy bien entre lo que son mentiras, mediante falseamiento de los datos, de lo que son manipulaciones (introducción de sesgos) o errores de concepto, que nos conducen a que, a pesar de partir de datos verídicos iniciales, posteriormente realicemos un análisis incorrecto, para que los datos finales nos permiten concluir algo ya previamente pactado y contextualizado de antemano.
Estamos en manos de un Gobierno ineficaz, inefectivo e ineficiente, hecho de retales del peor paño, y que ha demostrado desde el primer momento de su constitución su incapacidad e irresponsabilidad, y en el que todo prácticamente es falso. Desde la falsa tesis de su presidente y sus test de detección rápidos, que no pueden diferencian si los anticuerpos detectados son de una persona enferma y con infección, o por el contrario de alguien que ya ha superado la infección y por lo tanto en vez de enferma está inmunizada, hasta los falsos “teléfonos de atención por el coronavirus”, que siguiendo las directrices del Ministerio de Sanidad, solo recuerda al que llama, que no se debe acudir a los centros de salud, ni por supuesto a urgencias si se presentan los síntomas del virus, sino llamar y esperar en casa y que, no solo no ayuda a los ciudadanos, si no todo lo contrario, les confunde,
retrasa en un posible diagnostico precoz y en muchos casos, irremediablemente agrava la evolución de la enfermedad, al incrementar, día tras día de inútil espera, su carga vírica, retrasando un diagnóstico y un tratamiento precoz, y en muchos casos agravando su fatal desenlace. En definitiva, un gobierno inepto y lleno de mentiras y falsedades.
“Necesitamos, ya no solo un tratamiento eficaz, y una vacuna, si no también un cambio de liderazgo en la gestión, sobre todo a nivel macro en el frente de batalla”.
Necesitamos poder descubrir de una vez por todas, la verdadera afectación de la pandemia en la sociedad y necesitamos para ello que el gobierno proporcione los medios y recursos materiales para que de una vez por todas, se puedan realizar el número necesario de pruebas con la técnica molecular del RT-PCR (reacción en cadena de la polimerasa), de manera eficaz y efectiva, con material homologado, y hacerlo de una manera masiva para de este modo poder conocer algo fundamental, como es la
difusión real del virus en la población, y poder realizar el control y remisión de la epidemia.
Necesitamos también comenzar a realizar estudios estadísticos de manera seria y pormenorizada, siendo los modelos no paramétricos, la manera más directa de solucionar el problema de falta de normalidad de las muestras epidemiológicamente recolectadas. En una epidemia de este tipo y magnitud, no es válida la estadística paramétrica hasta este momento realizada, basada en distribuciones conocidas, ya que los resultados serán imprecisos. En este tipo de epidemias, al no conocer de antemano la distribución que siguen los datos,
es mejor emplear métodos no paramétricos o de distribución libre, fundamentados en distribuciones desconocidas y que presentan una distribución asimétrica, para poder llegar a conclusiones validadas y fiables.