El pulso económico, empresarial y esencialmente capitalista obliga a crecer, a toda costa y por encima de cualquier consideración. No es una cuestión de ganar un poco menos o un poco más, no; se trata de que, si no se gana todo lo posible, se pierde. Y lo demás son cuentos de los reguladores y de las imposiciones del Estado del Bienestar.
Como muchos otros empresarios de postín, el gallego José María Fernández Sousa-Faro lleva años generando riqueza, que es la manera educada de decir intentando ganar dinero, si es a espuertas, pues mucho mejor. Pero parece que ganar dinero está (también) prohibido en este país donde la conformidad es más saludable que la ambición, y un sindicalista sigue siendo más respetable que un emprendedor.
Sousa-Faro, hermano de otro conocido empresario, que salió por la puerta de atrás de Pescanova, lleva años al frente del grupo biofarmacéutico y químico Zeltia, que a su vez, tiene una pequeña filial, llamada Pharmamar, que gracias a un fármaco muy conocido y muy rentable, Yondelis, ha ido creciendo y creciendo hasta tener mejores perspectivas que su entidad de origen. Para responder a esta paradoja, Sousa-Faro ha propuesto una jugada, el tiempo dirá si maestra o no, que cambia por completo lo habitual de estas operaciones y que se resume en una fusión a la inversa, en la que el pez chico, o al menos, joven, se come al gordo, o por lo menos viejo. Nada salvo esto parece que cambiará, lo cual no es poco, y el presidente no tendrá reparo en autodevorarse, para, una vez bien deglutido y digerido, transformarse en un nuevo presidente de esa compañía que hasta hace nada era una más de las filiales de la grande.
Olvidar tu identidad y tomar la de un subordinado puede sonar a harakiri, o a simple idiotez. Pero no parece que Sousa-Faro sea precisamente un estúpido. Le ha visto color a la oncología, que lo tiene y mucho, y sencillamente se ha dejado absorber o devorar por su opción empresarial más atractiva y con más posibilidad de crecer. El accionista pasará a partir de ahora a invertir en oncología, que es el valor fuerte, y lo demás será calderilla. Incluso está por ver la nacionalidad de la nueva compañía, aunque la identidad gallega que acompaña a Zeltia desde su origen está en serio peligro.
Algunos le denominan investigador-empresario, que no se sabe muy bien si es una reiteración o una contradicción. Lo cierto es que fue uno de los pioneros en impulsar los ensayos clínicos en oncología, que apenas existían en España no hace demasiado tiempo. Y, desde luego, su nombre quedará ligado a la inédita exploración de los océanos en busca de nuevas moléculas para tratar el cáncer, lo que le convirtió en el responsable del primer antitumoral de patente española. Con todo, está convencido de que hasta que no descubra otros tres yondelis, no se verán en serio las posibilidades medicinales del mar, o la mar.
A la luz de los hechos, parece más trascendente en su historia el año 1986, cuando fundó Pharmamar, que solo un año antes, cuando alcanzó la presidencia de la asentada Zeltia, que ya va por los 75 años. Pese a que eso de buscar remedios al cáncer en el mar resulte disparatado para más de uno, en realidad para la gran mayoría, dice él: “Pero que la gente no entienda lo que hago, no significa que tenga que dejar de hacerlo”.
Al contrario, va a seguir haciéndolo, aún con más ahínco, tragándose 75 años de historia y cambiándolos por una apuesta al todo o nada por la biotecnología, la oncología, el mercado americano y todo lo demás. Fernández Sousa-Faro dice que no compite contra nadie, solo contra él mismo. Por eso, no ha tenido reparo en merendarse a sí mismo para ser uno nuevo, con posibles para ser más grande y más fuerte. Que es de lo que se trata, cuando hablamos de devorar.