Entre otras imágenes que el
coronavirus va a dejar en nuestra historia, una de las que más llaman la atención, es la de decenas de clientes de supermercados amontonándose -sí, en medio de una epidemia- en la puerta de los súpermercados.
En las farmacias hemos tenido nuestra particular
“crisis del papel higiénico”, sólo que con mascarillas y geles desinfectantes. Cansados de repetir, como si fuera el hilo musical de la farmacia, “no tenemos mascarillas, señora” y "tampoco gel desinfectante”, algunos empezamos con la operación
“tunea tu farmacia para la temporada coronavirus 2020”: colgamos carteles -que, parece ser, nadie lee- explicando que no teníamos existencias.
La temporada fue avanzando y la cosa poniéndose interesante: se decretó la alarma social, permitiendo a pocos establecimientos permanecer abiertos. Uno de ellos fue la farmacia, no podía ser menos. Debemos abastecer a la población de medicamentos,
actuar como filtro sanitario y dar información a los pacientes para
evitar que saturen los centros de salud y los hospitales.
"Debemos abastecer a la población de medicamentos, actuar como filtro sanitario y dar información a los pacientes"
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El problema, es que este permiso -u obligación- de apertura,
no vino acompañado de directrices ni medidas de seguridad.
Imagínense una empresa pequeña, con pocos trabajadores y poco espacio, destinada a atender a pacientes durante una epidemia y sin
ningún tipo de protección: la baja está servida. La de todo el equipo, y con ellos, de la propia empresa.
Nos vimos obligados a añadir complementos para la
temporada Coronavirus2020 y aquí es donde dejamos volar nuestro ingenio y nuestra imaginación -esa que utilizamos para adivinar la letra de algunos prescriptores- e improvisamos todo tipo de
medidas de seguridad.
En la zona interiores -rebotica, la llamamos- aparte de un caos generalizado, papeles por el suelo y pedidos sin colocar, abundan los empleados corriendo como locos cada vez que tienen
30 segundos libres sin pacientes, para poder lavarse las manos en condiciones.
Dicen que al Coronabicho ese le gusta viajar, y que la tarjeta sanitaria y las recetas de los pacientes,
pueden ser un excelente medio de transporte. Así que, cada vez que tocamos una, corriendo a lavarnos. A más de uno se le están borrando las huellas dactilares.
A plena vista, y para
goce del usuario, uno puede toparse de frente -cuidado con no hacerlo de forma demasiado literal- con una mampara de metacrilato.
La mayoría de farmacias
estamos optando por aumentar la distancia -con poco éxito- entre farmacéuticos y pacientes, y cualquier cosa nos vale: cubetas de las distribuidoras, cajas de absorbentes, cintas de seguridad de las que ponen en escenas del crimen en plan CSI. Todo tipo de medidas para que el paciente le eche imaginación para conseguir saltárselas.
También se llevan las líneas de
señalización en el suelo, para que quien venga a pedirnos unas juanolas en nuestro
servicio de urgencias, pueda hacerlo de manera ordenada. Faltaría más, la salud es lo primero, o lo segundo, después de las juanolas.
Visitar una farmacia no suele ser motivo de alegría, y
en Estado de Alarma debe ser sinónimo de necesidad, pero si a uno le toca hacer el esfuerzo estos días, podrá deleitarse con la colección de nuevas tendencias que vienen pisando fuerte esta temporada.