La celebración de las últimas elecciones generales ha supuesto un tsunami para la política española. Podemos y Ciudadanos han irrumpido con la fuerza suficiente como para agrietar, sin derribar completamente, el tradicional sistema bipartidista en el que PP y PSOE eran los únicos competidores en la carrera por el poder. La llegada de estos dos nuevos agentes ha provocado una fragmentación del voto que, a su vez, hace indispensable recurrir a los pactos. Lamentablemente, y visto lo visto, lo más probable es que el papel de la sanidad sea solo secundario, si bien es cierto que hay aspectos en los que todos los partidos están interesados.
Llegados al momento de los pactos, en materia sanitaria hay un elemento que se erige en la principal barrera ideológica entre las cuatro principales fuerzas políticas: el RD 16/2012 gran reforma sanitaria del Gobierno de Rajoy y que ahora se encuentra más en entredicho que nunca. Su deseo de derogarlo une en este caso a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que pese a estar muy lejos en otros temas, caminan prácticamente de la mano en lo sanitario por esta pretensión y la de ‘blindar’ constitucionalmente la sanidad pública. En el otro lado se encuentran el PP y Ciudadanos, que coinciden a la hora de dar prioridad a la eficiencia del sistema como mayor garante de su sostenibilidad. Más difícil resulta pensar en acciones conjuntas entre modelos antagónicos, como sería en el caso de un hipotético ‘tripartito’ conformado por PSOE, Podemos y la formación que encabeza Albert Rivera, o incluso si se hiciera realidad el ‘gran pacto’ entre PP y PSOE, desmentido desde Ferraz.
Pensar que la sanidad esté entre los puntos fundamentales de un futuro acuerdo resulta sin embargo, y a tenor de lo visto durante las últimas dos semanas, poco probable. Mítines, debates, comparecencias en los medios… Durante el tiempo que se ha prolongado la campaña electoral, la tónica ha sido la misma: la política sanitaria ha quedado relegada no a un segundo, sino más bien a un tercer o cuarto plano. Los candidatos han obviado de forma casi sistemática una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos, que además se encuentra entre las que les afecta de una manera más directa. No hay demasiados motivos para pensar, por tanto, en la posibilidad de que la sanidad se convierta en uno de los pilares sobre los que se asiente un futuro acuerdo por la gobernabilidad.
Ante este panorama cuanto menos desconcertante, los que han venido a poner cordura han sido los profesionales sanitarios, que han abogado por el establecimiento del ansiado pacto por la sanidad que acabe con los bandazos políticos en un campo tan importante. La esperanza de médicos, enfermeros y farmacéuticos no es ni mucho menos nueva. Pero sí es cierto que estemos ante la mayor oportunidad de los últimos años para hacerla realidad. Aunque sea forzado, el entendimiento se ha convertido en la única vía para alcanzar los objetivos. Y llegar a un acuerdo múltiple en materia sanitaria sería el mejor ejemplo posible de que algo está cambiando, y para bien.