Eduardo Ortega Socorro. Madrid
La certeza de que Jesús Aguilar será el nuevo presidente del Consejo General de Farmacéuticos no es sino la confirmación de la evolución de las necesidades que deben cubrir los líderes profesionales. Y es que si hasta ahora se trataba de figuras cercanas a la política, pero que nunca habían entrado en la arena de los parlamentos y los partidos, Aguilar se lleva por delante esta barrera y genera el perfil del farmacéutico-político.
Jesús Aguilar.
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No en vano, tiene una carrera parlamentaria de corto recorrido pero de notable ascenso. Aunque el gusanillo de la política le picó en los tiempos de su pertenencia a UCD a finales de los 70, en realidad su despegue llegó durante la legislatura que en unas semanas termina en Castilla y León, cuando fue portavoz del Grupo Popular en las cortes regionales, un periodo que gestionó con notable éxito, marcado por la moderación y el talante de diálogo con la que desarrolló su función, características que llevaron a que fuera considerado por los lectores de Redacción Médica mejor parlamentario regional del año pasado.
Sin embargo, con su ascensión en el Consejo General de Farmacéuticos, ha decidido poner fin a esta parte de su desarrollo personal para centrarse en su labor como representante de los intereses de miles de profesionales, sin ambages ideológicos que pongan en duda su trabajo. Con todo, pocos, muy pocos pondrían en duda la labor de Aguilar por afinidades partidistas, algo que nunca ha ocurrido durante su periodo como presidente de la farmacia de Castilla y León, donde siempre ha contado con el apoyo de los líderes provinciales.
Al menos en el campo de los farmacéuticos no se había visto este modelo de liderazgo. Ni el recién fallecido Pedro Capìlla ni la saliente Carmen Peña tenían la función política en su currículum, y en todo caso siempre optaron por mantener un tono muy moderado en sus relaciones con el poder y los partidos. Obviamente, Aguilar va a mantener la misma línea, pero él ha jugado en ese equipo con el que también le va a tocar lidiar, al tiempo de que es plenamente consciente de que hoy más que nunca la gestión farmacéutica depende de la gestión económica, y que ésta a su vez depende de la Administración que está en manos de la clase política.
Continuista en la defensa del modelo
Lo que también está claro es que Carmen Peña, antes de centrarse en sus tareas como presidenta de la Federación Internacional de Farmacéuticos (FIP) lo ha querido dejar todo atado y bien atado. Aguilar ha sido su vicepresidente pero también un fiel creyente en la línea que ha emprendido la cántabra en la defensa de una farmacia cada vez más centrada en los servicios e inmersa en el conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS).
De hecho, el futuro primera espada de la botica española (todavía tiene que tomar posesión del cargo) ya ha asegurado que será continuista con las líneas puestas en marcha por Peña, entre las que se cuentan poner en marcha los engranajes para hacer evolucionar el modelo retributivo de la farmacia y que biológicos y biosimilares se puedan dispensar, en algunos casos de nuevo, en los mostradores farmacéuticos. Sin olvidarse de otros pilares en los que va a sustentar su mandato, como son el desarrollo de la Declaración de Córdoba, lograr una estructura integral en la educación en Farmacia y afianzar la ética en la profesión para acabar con posibles prácticas ilícitas.
Con todo el mandato de Aguilar no se va a librar de la sombra que oscurece el futuro del sector desde tiempos de Capilla: el fantasma de la liberalización y la eliminación del binomio propiedad/titularidad de la farmacia, que sigue dando coletazos por presiones llegadas desde Europa y de manos de ‘viejos conocidos’ como la Comisión Nacional de Mercados y de Competencia.
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